En el torbellino de noticias, consignas, cobertura mediática y manifestaciones que inundan las calles cada 8 de marzo (y no solo, hay que sumar la previa y la resaca) se han ido perdiendo los dos elementos esenciales que vertebraban este día. Porque el 8M no es el día -ni nunca ha sido- de la diversidad sexual, ni el día contra el genocidio, ni el día de pelear contra la monogamia, ni el día de los drag queens y, sin embargo, todo lo anterior, son ejemplos de carteles donde el «8M» es el denominador común.