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Hoy abrimos el podcast viajando al sudeste asiático. Concretamente a Tailandia, que es un país visto como un destino turístico exótico e incluso como un país abierto, pero no es ni remotamente un país democrático.
Aunque en 2019 Tailandia terminó un periodo de dictadura militar e inició una transición hacia un gobierno semi-electo, la vía aperturista duró bien poco. En febrero del año pasado el Tribunal Constitucional ilegalizó el partido “Futuro Adelante”, un partido socialdemócrata contrario a las juntas militares y con simpatías republicanas que había tenido buenos resultados en las elecciones de de ese mismo año, 2019.
Ya sabéis que Tailandia es una monarquía donde el Rey tiene amplios poderes. Bueno, pues a resultas de esa ilegalización surgieron fuertes protestas en todo el país que fueron reprimidas de forma durísima por el Gobierno, en el que en la práctica los militares siguen teniendo mucha influencia. Todo esto en medio de la crisis del covid, que le ha venido bien al gobierno para adoptar medidas autoritarias y justificar la represión. Y mientras pasaban estas cosas, el rey de Tailandia andaba por Alemania, igual os suena. Se alquiló un hotel en Baviera durante varios meses, y allí estuvo con todo su séquito, incluidas veinte mujeres de su harén, mientras los hoteles estaban cerrados para los alemanes, además. A este señor, el rey de Tailandia, quizá lo recordéis también por las imágenes de su boda hace un par de años, con la esposa literalmente arrastrándose por el suelo para besar su mano, un ceremonial que ya nos da un poco el tono de cuál es el papel que se reserva a las mujeres en la sociedad tailandesa.
Hay algunos ámbitos en los que Tailandia está relativamente bien a nivel de igualdad. Por ejemplo, es el país del mundo donde las mujeres están más sobrerrepresentadas en las universidades, con 1.4 alumnas por cada alumno. También tienen una participación importante en el mercado laboral, son el 47% de la fuerza de trabajo, y aunque como pasa en todo el mundo, las mujeres se concentran en puestos de bajo estatus, también es uno de los países asiáticos donde ocupan más cargos directivos, en parte porque no está tan establecida esa norma tradicional de que las mujeres abandonen sus carreras para ser madres.
En el mundo de la política ya es otro cantar y las mujeres están claramente infrarrepresentadas, de hecho es uno de los países donde las mujeres tienen menos poder político. Es verdad que tuvieron una primera ministra en 2011, Yingluck Sinawatra, a la que acabó echando el Tribunal Constitucional acusada de corrupción pocas semanas antes del golpe de estado militar en 2014. En el actual parlamento las mujeres apenas son el 15%, y en el gobierno la única ministra es la de Educación, que acaba de ser nombrada hace pocas semanas.
Sobre la violencia contra las mujeres, por desgracia podemos daros pocos datos, porque sencillamente no los hay. No disponemos de estadísticas ni de encuestas oficiales que nos hablen de la prevalencia de la violencia o del número de feminicidios, por ejemplo. Tanto es así que a veces se siguen usando los datos de una encuesta del Fondo de Población de Naciones Unidas de hace dos décadas, en la que se concluía por ejemplo que más del 40% de las mujeres de Bangkok habían sufrido violencia sexual o física a manos de su pareja. Y se asume que la situación es bastante peor en las zonas rurales.
También hay datos de la policía, por ejemplo, en 2019 sabemos que hubo alrededor de 2.000 denuncias por violaciones, pero esto tampoco nos dice mucho porque son poquísimas las que denuncian, por la falta de apoyo social e institucional. En todo caso, por las denuncias de ONGs tanto extranjeras como de la propia Tailandia y de grupos feministas locales, sí sabemos que la violencia machista es un problema muy grave en Tailandia. Hay muchos feminicidios, muchas violencia sexual, y el sistema no funciona a la hora de combatir estos problemas.
Tailandia tiene leyes específicas para combatir la violencia dentro del hogar desde 2007 -cuando se tipificó por ejemplo la violación dentro del matrimonio como delito-, pero son insuficientes. Hace un par de años se modificó esta ley de 2007 para hacerla más efectiva, pero parece que todavía no han entrado en vigor los cambios. Y a la hora de la verdad los recursos son muy limitados y encima, últimamente, está sufriendo recortes, de forma que por ejemplo ha pasado de haber una línea telefónica en cada provincia para ocuparse de la violencia machista a haber una sola línea a nivel nacional y dedicada además a muchas más cuestiones y no ya específicamente a la violencia contra las mujeres. De igual forma, se denuncia que gran parte de la violencia queda impune o es castigada insuficientemente, a pesar de que el código penal recoge penas duras por ejemplo para los violadores. En la práctica, al parecer es muy habitual que incluso si se llega a juicio las penas sean rebajadas muchísimo simplemente con que el violador confiese el crimen, por ejemplo. También se suele denunciar que falta concienciación hacia la violencia machista en la sociedad y entre el propio personal que se encarga de aplicar las leyes. Es común que si una mujer denuncia, se la mande para casa con la canción de que eso es algo entre su marido y ella.
De todas formas, hay que decir que también en Tailandia se va viendo un avance en cuanto a derechos de las mujeres, y quizá el ejemplo más significativo sea la muy reciente legalización del aborto, este mismo año. Ahora es libre hasta la semana doce de embarazo, después de años de reivindicaciones feministas. Antes las penas por abortar podían llegar a 3 años de cárcel, y por practicar abortos hasta a 5 años de cárcel. Y es que, eso sí, en Tailandia hay un movimiento feminista bastante fuerte. Lo hemos visto con claridad en las protestas prodemocráticas del año pasado, donde las estudiantes jóvenes han tenido un papel protagonista enfocando las quejas contra las grandes instituciones patriarcales tailandesas: la Monarquía, el Ejército y la jerarquía budista.
Por otro lado, Tailandia tiene fama de ser un país LGTB-friendly. Vamos, de hecho el Ministerio de Turismo hace campañas subrayando este tema para atraer turistas de la comunidad LGTB. Pero la realidad no es tan friendly como la propaganda. Es verdad que Tailandia tiene desde 2015 una Ley de Igualdad de Género bastante pionera dentro de Asia, que entre otras cosas se dirige contra la discriminación a personas LGTB. Pero por ejemplo no se reconocen oficialmente las uniones de personas del mismo sexo, ni pueden adoptar, las lesbianas no tienen acceso a la fecundación in vitro, etc. Además, al margen del marco legal, la homofobia en la sociedad está extendida, y se reportan por ejemplo casos de lo que se llaman “violaciones correctivas” a lesbianas, con el supuesto propósito de “curarlas”, a veces cometidas por familiares de estas chicas, sobre todo cuando son menores.
Tailandia se presenta también como un país súper abierto con la transexualidad, pero lo que encontramos es que simplemente se realizan muchísimas operaciones de cambio de sexo, mayormente vaginoplastias, que además son baratas y mucha gente extranjera va allí para operarse. Fuera de eso, no hay políticas para acabar con la discriminación por ejemplo laboral que sufren las personas transexuales. Como dice Lola Venegas, muchos países parecen solo interesados en hormonar y operar especialmente a varones autoidentificados como mujeres para depurar la masculinidad.
Y hay un tema sobre el que es particularmente importante hablar en el caso tailandés, y es sin duda la prostitución, ilegal de iure pero en la práctica extendidísima. Como sabréis Tailandia es de hecho uno de los destinos de turismo sexual más importantes del mundo, y pese a ello la parte del sector de la prostitución dedicada al turismo extranjero es mucho más pequeña que la que está dirigida al mercado interno, a los propios habitantes de Tailandia. Se calcula que la prostitución puede llegar a suponer un 3% de todo el PIB tailandés. Algunos cálculos hablan incluso de más de un millón de mujeres prostituidas en un país que tiene 70 millones de habitantes.
Hasta un 40%, según las estimaciones más altas, las prostituidas son menores de edad. De hecho, junto con algún otro país del sudeste asiático como Filipinas, Tailandia está también entre los destinos estrella para los pederastas. La explotación sexual de menores está a la orden del día y aunque el gobierno está haciendo algunos esfuerzos por frenar esto, lo cierto es que los pederastas todavía pueden acceder a este mercado de menores con bastante impunidad, ya sea a través de Internet, porque desde Tailandia se ofrecen vídeos y todo tipo de material, ya sea directamente viajando allí. De hecho, países como Australia, desde hace un tiempo han prohibido a los pederastas salir del país sin un permiso oficial expreso precisamente para evitar que vayan a explotar sexualmente a menores en estos países del sudeste asiático.
Como os podéis imaginar, todo el mercado de la prostitución, y muy especialmente el de la prostitución de menores, está vinculado a la trata y a mafias en las que además sabemos que participan funcionarios y policías. Muchas de las niñas son captadas en las zonas rurales montañosas del norte del país, especialmente pobres, o también en países vecinos como Laos o Myanmar. Quizá os suene el tema de las “chicas de postre”, que ha tenido alguna cobertura en prensa. La costumbre de agasajar por ejemplo a funcionarios extranjeros con un gran banquete y luego ofrecerles una chica, muchas veces menor. Y es que hace unos años se destapó en una provincia del norte toda una red de tráfico sexual vinculada a esta costumbre, gracias a la denuncia de la madre de una menor que fue secuestrada para ser explotada sexualmente.
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