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Situación de las mujeres en Canadá

*Situación de las mujeres en Canadá aparece en el podcast:

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Esta semana nos vamos a quedar en Norteamérica para hablar del único país que nos queda por revisar en esta zona: Canadá.

Canadá es un país en el que me imagino que la mayoría pensaréis que la situación de las mujeres es comparativamente buena, y así es, pero aun así tiene zonas oscuras importantes. Como pasa con otros países ricos, tanto en el ámbito educativo como en el sanitario se considera que hay prácticamente una situación de paridad, y es en el nivel económico y en el empoderamiento donde realmente las diferencias siguen siendo enormes. Os doy por ejemplo algunos datos sobre la brecha salarial: por cada dólar que gana un trabajador varón por un trabajo a tiempo completo, una mujer gana solo 75 centavos. Es decir, una mujer tarda casi 16 meses en ganar lo que un hombre gana en un año, e incluso si se compara a mujeres y hombres con la misma formación, experiencia y procedencia socioeconómica, ellos ganan unos 7.200 dólares más al año. 

Esa brecha todavía es mayor si nos centramos en las mujeres indígenas, racializadas, inmigrantes o madres de hogares monomarentales. En Canadá más del 20% de las familias con menores de 16 años son monoparentales, y entre esas más del 80% son en realidad monomarentales, mismo porcentaje que en España. Y aunque están aumentando las ayudas sociales a estas familias, el 29% están por debajo del umbral de la pobreza, cuatro veces más que en el caso de los hogares de parejas con criaturas. De hecho, las madres de hogares monomarentales ganan menos que las madres de hogares con dos padres trabajando el mismo número de horas, principalmente porque muchas se ven abocadas a currar en sectores más precarizados, que ofrecen más flexibilidad, contratan más fácilmente a gente que ha estado inactiva y demás.

Como pasa en toooodos los países, el techo de cristal es una realidad muy presente que explica en parte estas brechas en el salario. Por ejemplo, es un 60% menos probable que una mujer ascienda desde un puesto intermedio hasta uno directivo en Canadá, estos ascensos los copan varones. En política, en el parlamento canadiense actualmente las mujeres son algo menos del 30%. Aunque se va avanzando y en el gobierno de Trudeau sí hay paridad en los ministerios. Canadá tuvo una mujer como primera ministra, en los años 90, Kim Campbell, que solo durante unos meses, y el resto de su historia ha estado liderada siempre por hombres.

Hay tres o cuatro temas de los que yo creo que es interesante que hablemos un poco. Uno es por supuesto el de la violencia machista, que en Canadá deja cifras fuertes y es que con una población de 37 millones de personas, diez menos que en España, se produce un feminicidio cada dos días y medio: en 2020 fueron asesinadas como mínimo 160 mujeres o niñas, y la mitad de esos asesinatos los perpetraron parejas o ex parejas. Son números muy serios. 

Aunque el  Observatorio Canadiense de Feminicidios advierte de que a veces los datos a los que pueden acceder son incompletos, porque la policía no da informaciones precisas sobre los crímenes y tienen que recurrir a los medios de comunicación a la hora de intentar documentar por ejemplo la relación del asesino con su víctima. En fin… Lo que pasa en tantos sitios, primas. Que nadie parece entender que un feminicidio es el asesinato de una mujer por parte de un hombre, independientemente de si han sido o no pareja.

Los feminicidios, como siempre, son la punta del iceberg de la violencia machista. Las encuestas dicen por ejemplo que el 67% de la ciudadanía canadiense conoce como mínimo a una mujer que ha sufrido abusos físicos o sexuales. También que solo uno de cada 3 canadienses entiende bien el concepto de consentimiento sexual. Y solo entre el 5 y el 10% de las agresiones sexuales son denunciadas a la policía. Más datos: cada noche duermen en refugios entre 6.000 y 7.000 mujeres y niños de Canadá que huyen de la violencia en su propio hogar y, también cada noche, entre 300 y 500 de ellas son expulsadas de esos refugios porque están llenos, porque no dan abasto.

Las organizaciones feministas canadienses se quejan de que faltan coordinación, medios y herramientas eficaces para combatir la violencia machista. Se han tirado años pidiendo un plan a nivel federal para combatirla, algo que más o menos existe por fin desde 2017, pero es que siguen sin tener una ley de violencia de género a nivel federal, es de los pocos países que presumen de paritarios que carecen todavía de esta ley.

Dentro de toda esta violencia, las mujeres indígenas son con muchísima diferencia las peor paradas. Los pueblos indígenas en Canadá son actualmente menos del 5% de la población, 1.7 millones de personas más o menos. Y sin embargo, en uno de cada cinco feminicidios la asesinada es una mujer indígena y se calcula que sufren seis veces más violencia que la media de las mujeres de Canadá. Como en EEUU, ellas también han sido víctimas de violencia por parte del Estado a nivel muy bestia, incluyendo campañas de esterilizaciones forzosas que como mínimo se desarrollaron hasta la década de 1970. 

A raíz de un caso mediático de una adolescente indígena asesinada en 2014, la discriminación de estas mujeres empezó a tener más atención y se encargó una investigación independiente sobre el tema, que concluyó que, ojo con los lumbreras, las indígenas eran víctimas de racismo, impunidad policial y violencia institucional. Ese informe recomendaba efectuar cambios profundos en los protocolos policiales y judiciales y daba cifras tremendas: por ejemplo mostraba que un mínimo de 1.200 mujeres indígenas habían sido asesinadas o desaparecidas desde 1980, una cifra que otros estudios elevan incluso hasta 4.000.

Las indígenas son también víctimas principalísimas de la trata en Canadá, se calcula de hecho que casi la mitad de las víctimas de trata son de pueblos nativos. En general, la trata es un problema de dimensiones importantes que no se está atajando bien a pesar de que desde el gobierno se han dado pasos notables. Y uno de esos pasos fue sin duda la criminalización de la prostitución, en 2014, siguiendo el llamado modelo nórdico, que vincula claramente la prostitución con la explotación sexual y prohíbe y castiga tanto la compra como el anuncio de servicios sexuales. Es decir, se centra en combatir a puteros y a proxenetas en vez de dirigirse contra las prostitutas. Es el modelo que, con algunos cambios, está también en países como Suecia, Noruega, Islandia o Francia.

Otro tema en el que Canadá está muy influenciada por el feminismo es el aborto. Tiene seguramente la ley del aborto menos restrictiva del mundo: no pone ningún tipo de límite legal para abortar, ni hay plazos, o sea, no hay límite de semanas, ni tampoco por supuesto se restringe el aborto a unos casos concretos. Es libre, a demanda y cubierto por el Estado. Y eso no ha resultado para nada en el holocausto de nonatos que proclaman los ultraconservadores: Canadá tiene una tasa de abortos en la media de los países ricos, inferior por ejemplo a la que tienen Francia, Reino Unido o EEUU. Y además en la práctica la inmensa mayoría de esos abortos, el 90% más o menos, se practican en las doce primeras semanas de embarazo. 

De todas formas, ni el tema del aborto ni mucho menos el de la prohibición de la prostitución son cuestiones cerradas. Hay un movimiento antiabortista activo, y también sectores que sin ser antiabortistas quieren una ley más restrictiva. Aunque es verdad que sí parece que hay una mayoría social a favor de mantener la ley como está. En el caso de la prostitución la cosa no está tan clara, el regulacionismo está ganando mucha fuerza y desde que se aprobó la criminalización de la prostitución ha habido iniciativas e intentos muy variados para intentar cargarse esta ley.

Así que aún podríamos ver que en los próximos tiempos se imponga la visión capitalista-liberal que no ve problema ninguno en comerciar con nuestros cuerpos. O se le para los pies al mal llamado feminismo neoliberal o la prostitución avanza. Esta visión neoliberal ya ha triunfado en Canadá en otros aspectos relacionados con las mujeres. Por ejemplo con los vientres de alquiler, que son legales, como sabemos. Existe la restricción de que no se puede pagar directamente a la madre de alquiler por serlo, es decir, que sería un servicio “altruista” en teoría: los padres de alquiler solo pueden legalmente pagar gastos del embarazo, como vitaminas, ropa y cosas así. La ley prevé penas de hasta medio millón de dólares y 10 años de cárcel por pagar a una mujer expresamente para alquilar su vientre. Pero en la práctica… ¡ay, amigas! Parece que la cosa funciona regular. Hay agencias que se encargan de hacer de intermediarias entre los padres y la madre de alquiler, y se acumulan las quejas por la falta de transparencia de esas agencias. Y es que a veces el dinero que piden por esos supuestos gastos normales del embarazo es altísimo. 

Esto, claro, partiendo de la base de que el acceso a un vientre de alquiler está reservado para las familias “bien”: al final el coste de todo el proceso (clínica de fertilidad, agencia, gastos del embarazo, documentos legales etc.) anda entre 60.000 y 100.000 dólares. 

La situación de las personas no heterosexuales, creo que se resume bastante bien con el primer puesto que le dio la SPARTACUS Gay Travel Index en 2019 al país como mejor destino para las LGTB. Sin embargo, también hay un ámbito donde sabéis que ha ganado terreno el neoliberalismo, y es que desde 2016 existe una “Ley Trans” similar a la que se quiere instaurar aquí y es un buen espejo en el que mirarse. No hay espacios seguros para mujeres, ya hay casos de violaciones dentro de refugios para mujeres por parte de varones autoidentificados mujeres, las mujeres deportistas no son escuchadas cuando denuncian que la categoría femenina en el deporte está perdiendo su sentido, se hormona a criaturas, etc. Se hormona a niñas y niños a pesar de que países como Reino Unido, Finlandia y Suecia ya han dado pasos atrás en esta cuestión gracias a las denuncias de las personas que fueron hormonadas siendo menores y que ahora reclaman indemnizaciones, como Keira Bell. 

El posmodernismo y también el relativismo cultural, que aquí lo vemos bastante pero que en Canadá es un clamor, hacen que por ejemplo la ciudad de Regina no se posicionara el año pasado en contra de la mutilación genital femenina, ya que, bueno, son sus costumbres y hay que respetarlas. Ese relativismo cultural es el que muchas compañeras de países con patriarcado más duros nos echan en cara siempre: necesitan nuestro apoyo siempre en su lucha contra los mandatos patriarcales, pero se topan con que no criticamos ciertas cosas porque el posmodernismo nos tacha de racistas. Aquí se nos tacha de racistas por apoyarlas en su lucha contra el velo y en Canadá, que siempre están en posmodernismo muchos cursos por encima de nosotras, pues se les tacha de racistas incluso si firman contra la MGF. En fin, amigas, que de un patriarcado a otro y tiro porque me toca

Ilustraciones > Canina Walls

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