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Rusia es un país enorme que se extiende por dos continentes: Europa y Asia. Tiene algo menos de 150 millones de habitantes, y es un país muy rico en recursos naturales como el petróleo o el gas natural. Como sabéis, desde hace dos décadas, este país está dirigido por Vladimir Putin.
Rusia tiene una sociedad multiétnica, multicultural y multinacional. Conviven unos 200 grupos étnicos o nacionales. La población rusa está cerca del 80%, es verdad, pero es importante tener presente esta realidad heterogénea porque, en la práctica, la situación de las mujeres es bastante diferente según el grupo étnico y la zona del país. Por ejemplo, en Rusia viven entre 15 y 20 millones de personas musulmanas, y por ellos hay varias repúblicas rusas que son de mayoría musulmana, como Bashkortostán, Tatarstán o las repúblicas de la zona del Norte de Cáucaso. Estas últimas se han visto además muy afectadas por conflictos bélicos en las últimas tres décadas, por su ambición de separarse de Rusia. Os sonarán las guerras de Chechenia, seguro.
En esas zonas la guerra ha hecho que el Islam tradicional que se practicaba ceda espacio frente a corrientes mucho más radicales. Con lo que eso conlleva para las mujeres, claro. Porque una cosa son las leyes federales para toda Rusia y otra la realidad, la vida cotidiana, que desde luego es bastante diferente para una chechena que viva en Grozny y para una rusa que viva en Moscú. También hay zonas con particularidades culturales grandes que no son musulmanas, ojo. Como por ejemplo Yakutia.
Y luego, por otra parte, Rusia es un país en el que la fractura entre la vida en las grandes ciudades y la vida en las zonas rurales es muy muy evidente. No tenemos tiempo para meternos a hablar de todos estos casos particulares porque queremos centrarnos en la situación de las mujeres, pero las nombramos por si os interesa y queréis indagar.
Se puede decir que en Rusia la situación de las mujeres empezó a cambiar ligeramente a partir del siglo XVIII, con las reformas durante el reinado de Pedro el Grande, continuadas luego por Catalina la Grande. Todo es grande en Rusia, primas. El caso es que en ese siglo ya cambió alguna cosilla, sobre todo para las mujeres de la nobleza y la alta burguesía. Se abrió la posibilidad de que heredasen y algunas empezaron a ganar espacio en la vida pública, saliendo de la reclusión a la que habían estado sometidas en etapas anteriores, cuando las niñas nobles eran criadas en un régimen de aislamiento para garantizar que llegaban puras al matrimonio. Tener vagina siempre ha sido un problema, ya lo sabéis. El que hubiera nada menos que cinco mujeres que fueron emperatrices reinantes, jefas de Estado, en la Rusia del XVIII, muestra un poco el cambio que se estaba iniciando.
Pero, para la mayor parte de la población, y de las mujeres no nobles, estos pequeños avances ni se olieron. En Rusia, la masa de pobres era inmensa y la mayor parte de la población vivió en un régimen de semiesclavitud, lo que se llamaba el régimen de servidumbre, hasta nada menos que 1861. Haceos una idea. En la segunda mitad del siglo XIX se asentó ya un movimiento feminista que, como en otros países europeos, luchó primero por lograr el acceso a la educación para las mujeres y luego por conseguir el derecho al voto. Con lo primero se logró un éxito significativo: desde 1878 las rusas tuvieron acceso a la educación superior, y a principios del siglo XX Rusia tenía más mujeres con estudios superiores que la mayoría de los países europeos. El voto costó más, y hubo que esperar hasta la primera de las dos revoluciones rusas de 1917 para conseguirlo. Porque ya sabéis que en Rusia, en plena Primera Guerra Mundial, con el país en la miseria y la mayoría de la gente harta de los abusos de los zares y de las clases altas, hubo dos revoluciones en 1917.
La de febrero, que en realidad fue en marzo según nuestro calendario -Rusia todavía no usaba el calendario gregoriano-, trató de implantar un régimen liberal y fue la que reconoció por primera vez el derecho al voto a las mujeres. Y luego está la de octubre -noviembre en nuestro calendario.-, la revolución bolchevique, que dio paso a la República Socialista de Rusia y luego a la formación de la URSS en 1922. Esa revolución comunista fue la que trajo de verdad cambios profundos en la situación de las mujeres, amigas mías, con un papel muy activo de las grandes líderes revolucionarias, históricas como Aleksandra Kollontai o como Nadezhda Krupskaya.
Kollontai, por ejemplo, fue una de las inspiradoras y directoras del Zhenotdel, el departamento especial de la mujer, creado en 1919, y también estuvo detrás de muchos de los cambios de los que vamos a hablar. La revolución promovió la incorporación de las mujeres al mundo del trabajo, con la intención de dotarlas de independencia económica, legalizó el aborto libre en hospitales estatales en 1920, siendo el primer país del mundo en hacerlo, criminalizó las violaciones matrimoniales en 1922, (mención especial aquí a Trump, estadounidense de pro, que decía que cómo su ex mujer iba a acusarlo de violación si era su mujer, eh), se facilitó los divorcios, se garantizó derechos y prestaciones para las madres… y un largo etc.
La educación, tanto la de los hombres como la de las mujeres, se promovió y se democratizó, con resultados increíbles en la reducción de la altísima tasa de analfabetismo que se sufría, y la igualdad entre sexos quedó recogida sin matices en la Constitución de la URSS de 1924. También se llevaron a cabo políticas mucho más concretas, por ejemplo para acabar con la imposición del velo y los códigos de vestimenta específicas para mujeres en esas zonas musulmanas que os comentaba antes.
Este avance brutal sufrió un retroceso en los años 30, con Stalin. No en todos los aspectos, porque por ejemplo, la incorporación de la mujer al mundo laboral siguió imparable, y buena prueba de ello es el papel que luego jugaron las soviéticas en la II Guerra Mundial, sosteniendo las fábricas, la agricultura y yendo incluso a luchar al frente. Pero en otras cosas sí:
Tras la muerte de Stalin se revirtió en parte esa tendencia, y en 1956 se volvió por ejemplo a legalizar el aborto. La Unión Soviética trajo avances muy importantes, está claro. La gran participación femenina en el mundo laboral y los logros en cuanto a la educación de las mujeres son incuestionables. En ambas cosas la URSS estuvo muy por delante de la mayoría de los países occidentales.
También se dio a las mujeres una representación política importante, sobre todo dada la época: los soviets locales solían ser paritarios y los soviets de cada república soviética, así como el Soviet Supremo de la URSS, tenían alrededor de un tercio de mujeres. Pero la situación tampoco fue ni mucho menos maravillosa.
Las reformas y las políticas que se pusieron en marcha no fueron suficientes para corregir la realidad estructural y patriarcal que arrastraba la sociedad rusa. Las mujeres tenían un sitio en política, sí, pero los cargos de auténtico poder los copaban hombres. Participaban en gran número en el mundo laboral, también, pero los cálculos disponibles hablan de que la brecha salarial de género era grande: en los años finales de la URSS las mujeres cobraban de media más de un 30% menos que los hombres. Que es un dato que no era peor que el de la mayoría de los países capitalistas, por supuesto.
También está el tema de los famosos 456 oficios que se prohibieron a las mujeres en 1922 por considerarse demasiado peligrosos. Siempre pensando en su salud reproductiva, primas. Pero es que esa ley ha estado vigente hasta principios de este mismo año, amigas, cuando ha entrado en vigor otra que reduce la lista a 98 profesiones. Tampoco te creas que… Vamos, a día de hoy, en Rusia, por ley, una mujer no puede ser minera, buzo ni bombera, por ejemplo.
De todas formas, lo que es innegable es que con la desaparición de la URSS, a finales de 1991, la situación de las mujeres de Rusia empeoró muchísimo. La crisis económica y social brutal que siguió al colapso soviético, y la entrada de un capitalismo salvaje en Rusia, deterioraron la red de cobertura y protección estatal. El paro se disparó y se feminizó: hacia 1995 el 70% del paro en Rusia era femenino, y la participación de las mujeres en el mercado de trabajo había pasado de casi el 90% a menos del 60%. La situación fue tan dura que no pocas mujeres se vieron empujadas a la prostitución.
La discriminación en el ámbito laboral también fue a peor, porque se abrió la veda para, por ejemplo, empezar a despedir a mujeres por quedarse embarazadas para no tener que pagar la baja maternal. O para contratar en función de parámetros sexistas. E igualmente las mujeres perdieron representatividad política: a mediados de los 90 eran apenas el 10% en la Duma, la cámara baja rusa. Ah, capitalismo y patriarcado, matrimonio de conveniencia inseparable.
La crisis económica postsoviética terminó, y a día de hoy la situación de las mujeres, por ejemplo en lo que a su participación en el mercado laboral se refiere, es mejor. Y a nivel educativo es mayor el porcentaje de mujeres de Rusia con estudios universitarios (37%) que el de varones (29%). Pero aparte de eso, primas… poco más. Hoy día, las mujeres son poco más del 30% en la Duma, apenas un 17% en la cámara alta y ocupan menos de la cuarta parte de los ministerios.
El poder sigue tremendamente masculinizado. No olvidemos que, aunque a algunos sectores de la izquierda española les atraiga la Rusia de Putin, es un Estado capitalista, muy autoritario y represor, donde los niveles de corrupción son altísimos y los oligarcas hacen y deshacen a sus anchas.
En lo que se refiere a la situación de las mujeres sobran motivos para preocuparse. La Rusia de Putin está promoviendo claramente los roles tradicionales en base al sexo, con la idea, entre otras cosas, de favorecer la natalidad, ya que Rusia considera que tiene un problema demográfico porque lleva desde los 90 sin conseguir aumentar su población. Son pocos, a lo mejor, Putin quiere que más gente vea el fin del mundo. Eso se ha intentado paliar con medidas de muchos tipos, algunas claramente negativas para las mujeres. La nueva ley del aborto de 2011, por ejemplo, impone un periodo de espera de varios días para que la gestante “reconsidere” su decisión, hace mucho más complicado abortar a partir de la semana 12 de embarazo, etc.
No es esto lo más grave, de todas formas. Lo más grave es la actitud que se está promoviendo desde el propio gobierno para con la violencia contra las mujeres, que en Rusia encima está extendidísima. No os puedo dar cifras demasiado fiables, porque no las hay. El Ministerio del Interior cifra el número de mujeres asesinadas por violencia machista en el hogar -que es lo que contabilizan- en algo más de 300 al año. Es de por sí una cifra alta, pero las feministas rusas no le dan ninguna credibilidad y consideran que la cifra real es mucho más alta. Y, claramente, llevan razón.
Sobre todo sabiendo como sabemos que el gobierno Putin, en 2017, con el apoyo de la Iglesia cristiana ortodoxa, despenalizó parcialmente la violencia machista. Con solo tres votos en contra en la duma rusa, se aprobó una ley que determinaba que no habiendo lesiones muy graves y siempre que la violencia no tuviera lugar más de una vez al año, el maltratador en vez de enfrentarse a una pena de hasta 2 años de cárcel se libra del asunto con un máximo de 15 días de encierro y alguna multa. Tampoco parece que las violaciones o el acoso sexual se las tomen en serio del todo, y como en todos los países, también Rusia ha tenido casos mediáticos de violadores que se han ido de rositas.
La prostitución se prohibió en la URSS y sigue prohibida a día de hoy. Pero tras la caída del comunismo aumentó muchísimo, y lo cierto es que Rusia tiene un problema a día de hoy con esta lacra y, por supuesto, con la trata. Mujeres de las zonas rurales de Rusia, sobre todo, son engañadas para ser prostituidas en grandes ciudades del país o en el extranjero, y Rusia es también un centro de paso para mujeres traficadas a nivel internacional. Las mafias funcionan a pleno rendimiento y es sabido que tienen comprada a parte de la policía por lo que el problema es difícil de combatir. Y tampoco parece que el Estado ruso tenga mucho interés en intentar nada, para qué nos vamos a engañar.
Hemos visto casos muy bestias como el de la ciudad de Nizhny Tagil, donde en 2007 se descubrió una fosa común con 15 mujeres y niñas asesinadas por proxenetas entre 2002-2005, seguramente por haberse negado a prostituirse después de ser secuestradas.
Por otra parte, las relaciones sexuales y afectivas entre personas del mismo sexo es legal desde 1993, con una edad de consentimiento sexual de 16 años, igual que para las parejas heteros. Pero no hay leyes contra la discriminación, no están reconocidas las uniones entre homosexuales y la homofobia está extendidísima.
Recientemente se ha criminalizado la distribución entre menores de cualquier información que pueda promocionar cualquier orientación sexual distinta de la heterosexual. En la ciudad de Moscú, por ejemplo, se aprobó una ley en 2012 que prohíbe celebrar marchas del Orgullo durante 100 años. Así, por si acaso.
Y eso por no mencionar la situación más concreta de los homosexuales por ejemplo en Chechenia, que ya os decía que es una república muy peculiar por las durísimas guerras de las décadas de 1990 y los 2000, cuando intentó independizarse de Rusia. En la práctica, Chechenia funciona como una dictadura personalista dentro de Rusia, encabezada por un señor, Ramzán Kadyrov, que es aliado de Putin pero que dentro de Chechenia hace lo que le da la gana.
Y allí en los últimos años se vienen reportando cazas de homosexuales, secuestros, torturas y hasta asesinatos, claramente orquestados por el propio gobierno checheno aunque luego traten, claro, de negarlo y de ocultarlo.
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