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Situación de las mujeres en Haití

*Situación de las mujeres en Haití aparece en el podcast:

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Haití es el país más pobre de América y uno de los más pobres de todo el planeta. A día de hoy es lo que se conoce como un estado fallido, marcado por esa inmensa tragedia que fue el terremoto de 2010, en el que murieron 316.000 personas, resultaron heridas otras 350.000 y un millón y medio perdieron sus hogares. Fue una de las catástrofes humanitarias más graves de toda la historia. Tras el boom informativo y la ola de solidaridad internacional dejaron paso al poco tiempo, como es habitual, al silencio mediático y al olvido. Y mientras, en Haití la cosa siguió bien jodida. 

Pasamos varios años sin saber mucho de Haití, o sin que nos contasen mucho de Haití, hasta que el verano pasado el país volvió a las portadas a raíz de dos cuestiones. 

La primera, el asesinato en julio del presidente del país, Jovenel Moïse, en medio de un clima de protestas por la corrupción, los altos precios del combustible y el hecho de que este señor estuviera gobernando a golpe de decreto. 

El segundo acontecimiento que devolvió a Haití a nuestros telediarios fue un nuevo terremoto, en agosto, en el que murieron más de 2.500 personas, otras 13.000 resultaron heridas y se vinieron abajo más de 100.000 edificios. Y claro, llovía sobre mojado.

La verdad es que Haití vive en una crisis política, económica y social permanente, que en realidad no tiene su origen en el terremoto de 2010, sino que viene de atrás. Vamos a contextualizar un poquito todo esto. Haití está ubicado en la parte oeste de la isla de La Española, la parte este de la isla está ocupada por la República Dominicana. Es una división muy artificial que se debe, cómo no, a la época colonial. Colón llegó a esta isla en 1492 y quedó bajo dominio español hasta el siglo XVII. La conquista y las enfermedades que llegaron desde Europa, para las que los indígenas no tenían defensas, acabaron en pocos años con el 95%, sí, habéis oído bien, el 95% de la población nativa, más de 1 millón de personas.

En 1697, después de una serie de problemas y conflictos en los que no vamos a entrar por extenso, Carlos II cedió a Francia la parte occidental de la isla, lo que es hoy Haití. Allí unos cuantos franceses se hicieron de oro explotando esclavos traídos de África para producir azúcar, como también hicieron los españoles en otras islas caribeñas. Algo podría contarnos Rocío Monasterio sobre esto. Otro día la llamamos, ya si eso.

El caso es que en plena época de la Revolución Francesa, en 1791, en esa colonia se inició otra revolución, ésta encabezada por esclavos, que consiguió, primero, que se aboliese la esclavitud, y luego, echar a los franceses y obtener la independencia total de Haití en el año 1804. Fue la rebelión de esclavos más exitosa de la historia, y Haití se convirtió en el segundo país independiente de América después de los EE.UU.

La historia del Haití independiente durante el siglo XIX tiene de todo; la unificación durante unos años de toda la isla y una guerra civil incluidas… Pero nosotras vamos a irnos más adelante, al siglo XX, donde está el quid para entender la situación actual. 

Entre 1915 y 1934, Haití, aunque no perdió oficialmente su independencia, estuvo ocupada militarmente por los Estados Unidos, país que siempre aparece, como veis, porque nunca ha dejado de meterse en los asuntos de todos los países para robar a manos llenas. 

Unos años después de la ocupación, en 1946, en un contexto de agitación popular, hubo un golpe de Estado que instauró una dictadura militar que fue atravesando por varias etapas y tuvo diferentes dirigentes hasta que, en 1957, llegó al poder, a través de unas elecciones poco limpias, un médico llamado Maurice Duvalier. Que igual os suena más por su apodo: “Papa Doc”. Papa Doc se consolidó como dictador con el apoyo de los Estados Unidos, ¿cómo no?, y cuando murió le sucedió su hijo, Jean-Claude Duvalier, apodado “Baby Doc”, que se convirtió en dictador con solo 19 añitos. 

Cuando los Estados Unidos retiraron su apoyo a la dictadura, se produjo una rebelión que echó a este Baby Doc, en 1986. El Ejército acabó volviendo a controlar el país, en una situación de mucha inestabilidad, y se produjeron varios golpes de Estado más, hasta que en 1991 se medio estabiliza la situación con Jean-Bertrand Aristide Aristide como presidente. Este señor gobernó hasta 2004, cuando otra vez un golpe de Estado lo depuso. ¿Complicadillo el tema, no? Pues esto es un mega resumen, primas, porque es que en la corta historia de Haití como país independiente, ha habido más de 100 guerras civiles, insurrecciones, rebeliones y golpes de Estado.

El caso es que cuando llega ese terremoto tremendo de 2010, Haití ya era un país muy inestable y el país más pobre de América. En 2004 había tenido que intervenir directamente la ONU, que mandó a los Cascos Azules para intentar garantizar la celebración de unas elecciones presidenciales libres, en medio de un clima de violencia generalizada. Luego hablaremos de los cascos azules. Desde entonces se han vuelto a celebrar elecciones en 2011 y luego en 2016, siempre con mil problemas. En las de 2016, que han sido las últimas, salió elegido ese hombre que acaban de asesinar hace unos meses, Jovenal Moïse. Y actualmente, de momento, lo que hay es un gobierno interino.

A día de hoy, Haití es un país de unos 11 millones de habitantes donde tres cuartas partes de la población viven por debajo del umbral de la pobreza y más de la mitad está directamente en una situación de lo que se denomina pobreza extrema. 

Los índices de violencia son alarmantes y el Estado es incapaz de ofrecer a la población unos servicios mínimos, de poner paz y de impartir justicia. Si a estos factores les sumamos la existencia de un régimen patriarcal muy duro, de una sociedad súper machista, pues nos encontramos, como era previsible, con una situación terrible para las mujeres. Y quizá lo más visible de esa situación tremenda, y desde luego de lo que más hemos oído hablar en España, sea la violencia sexual. 

Cuando se produjo el terremoto de 2010 y todo el área de Puerto Príncipe, con dos millones y medio de habitantes, se llenó de campos de refugiados en una situación de precariedad absoluta, los corresponsales enviados extranjeros filmaron muchas noticias sobre la epidemia de violaciones que estaban produciéndose. Se nos hablaba entonces de campamentos donde niñas y mujeres carecían de unas mínimas condiciones de privacidad, y por ejemplo tenían que ducharse a la vista de todo el mundo. Lo que ocurría era peor: la policía y los Cascos Azules violaban a niñas y mujeres sistemáticamente. 

Algún informe habla de más de 2.000 violaciones perpetradas por soldados de las fuerzas de paz de la ONU, de esos Cascos Azules. Por supuesto, fueron muchas más, daos cuenta de que los Cascos Azules llegaron a Haití en 2004 y estuvieron hasta 2017, 13 años. 

Hay cientos de casos de los llamados “bebés cascos azules”, en su mayoría producto de violaciones. Y los que no fueron por violaciones, fueron igualmente abandonados por sus padres cuando volvieron a Europa. En esos campos de refugiados de Puerto Príncipe fueron las mujeres las que formaron patrullas de mujeres para intentar protegerse de los violadores. 

Las mujeres y niñas que fueron violadas no tuvieron acceso a una atención médica y psicológica ni medianamente decente. Además, la mayoría de esas violaciones quedaban totalmente impunes. Se publicaron casos de mujeres y niñas residentes en esos campos que habían sido violadas hasta tres y cuatro veces. Hay pocos datos numéricos sobre todo esto, y en general sobre la situación de las mujeres en Haití. Como es lógico, difícilmente podemos esperar estadísticas fiables en un Estado totalmente fallido que no funciona a casi ningún nivel. Pero disponemos de algunas cifras aportadas por ONGs. 

En 2012, el Centro para los Derechos Humanos y la Justicia Social afirmaba que el 14% de los hogares de Haití tenían entre sus miembros a una mujer violada en los 2 años siguientes al terremoto. Se calculaba que en los campos de refugiados las violaciones eran hasta 20 veces más frecuentes que en otras partes del país. En esos años posteriores al terremoto aumentaron, claro, las tasas de embarazo, literalmente hubo un baby boom derivado de las violaciones. Añadamos a esto que abortar en Haití está prohibido y puede acarrear penas de cárcel hasta de cadena perpetua. 

Aun así, se hace de manera clandestina y frecuente, con los riesgos para la salud de las madres que eso acarrea. Esto, en principio, podría cambiar pronto a mejor, porque en 2020 se presentó un Código Penal nuevo que permite el aborto hasta la semana 12 de embarazo en varios supuestos, incluido el riesgo la salud física o mental de la madre. Eso estaba previsto que entrase en vigor este año, pero vete a saber, porque la situación actual de Haití puede evolucionar para cualquier lado.

En todo caso, el problema de la violencia sexual en Haití, tenemos que decir que, ya era de enormes proporciones antes del terremoto de 2010, sobre todo en esa zona de la capital, de Puerto Príncipe, que luego fue también la más afectada por el seísmo. Hasta 2005, las violaciones ni siquiera se consideraban un crimen serio, sino un “delito contra la moral”, y existía la posibilidad para los violadores de eludir el castigo pagando a la familia de la víctima o casándose con ella. Por ejemplo, un informe de la ONU de 2006 hablaba ya de 35.000 violaciones entre 2004 y 2006, y decía que en algunos suburbios muy deprimidos de la capital, cerca de la mitad de las chicas habían sufrido una violación. 

En los últimos años, algunas feministas haitianas han promovido manifestaciones para denunciar el grado tremendo de violencia que sufren las mujeres y la impunidad absoluta que hay para los agresores. El sistema judicial funciona fatal, es muy corrupto y encima la sociedad es tremendamente machista por lo que, se estigmatiza a las mujeres víctimas de violación Por todo esto, no era ni es común denunciar. 

Hubo una manifestación importante en 2019 a raíz de un caso tremendo de violación grupal de dos estudiantes. A finales de 2020 volvió a haber otra gran movilización, más transversal, motivada por el secuestro, violación y asesinato de una estudiante de 22 años. Y en 2021, coincidiendo con el Día de la Mujer, grupos feministas como la Organización de Mujeres Solidarias de Haití han vuelto a salir a la calle. 

Se le une el covid-19 y el confinamiento, que ha empeorado aún más la situación. En un país que por cierto, dicho sea de paso, es el tercer o el cuarto de todo el mundo con menos vacunados, menos del 1% de la población tiene la pauta completa. Durante el confinamiento se dispararon los embarazos de adolescentes, hasta el punto de que por ejemplo en una única escuela de la ciudad de Beaumont, los medios informaron de que habían quedado embarazadas 40 alumnas en apenas unos pocos meses. 

En 2021 hubo casos que ponen los pelos de punta, como el ataque a un orfanato y la violación de varias de las niñas que vivían en él. Dantesco, de verdad, la violencia que viven las haitianas es… innombrable.

Y luego está el tema de los secuestros, absolutamente desatados en los últimos años. Según el Centro para el Análisis y la Investigación en Derechos Humanos, solo entre enero y mediados de octubre de 2021 se produjeron unos 800 secuestros denunciados a las autoridades, sumémosle los que no llegan a denunciarse por miedo a las represalias de las bandas. Muchas de las secuestradas son niñas y mujeres, a veces cooperantes extranjeras, ya que se piensa que tendrán más dinero. 

El clima es de una inseguridad y una impunidad absolutas. Se nos ha revuelto el estómago, pero mucho, preparando esto, leyendo noticias como la de una niña de 5 años que fue secuestrada y finalmente asesinada, porque su madre, una mujer sin recursos, no pudo reunir los 4.000 dólares que le pedían como rescate.

También desde mucho antes del terremoto encontramos el fenómeno de los llamados “restaveks”, que se trata de criaturas (de las cuales un 65% son niñas) que son enviadas por sus padres a trabajar como servicio doméstico de familias más ricas a cambio de comida y, con suerte, educación. No muchas consiguen recibir educación alguna, además son explotadas laboralmente y víctimas de abusos de distinto tipo, también sexuales. 

Antes del terremoto de 2010 se estimaba que había unos 200.000 niños y niñas en esta situación, y con el terremoto esa cifra podría haberse duplicado. 

A raíz del terremoto se publicaron también noticias sobre padres que estaban directamente vendiendo a sus hijas a proxenetas o prostituyéndolas ellos mismos. En Haití, la prostitución no es legal pero tampoco se hace nada por perseguirla. Se calcula que hay más de 70.000 mujeres prostituidas. Además la trata está extendidísima. 

También es uno de los países latinoamericanos con mayor incidencia del VIH, actualmente hay unas 160.000 personas con el virus, y precisamente las prostitutas son uno de los colectivos más afectados, con tasas de prevalencia 4 veces más altas que las del conjunto de la población.

Otra realidad terrible en Haití es la de la Educación. Es un país donde todavía hoy, alrededor del 40% de la población es analfabeta, siendo el porcentaje de mujeres analfabetas más o menos del 43% y el de hombres del 36%. En las zonas rurales la situación es todavía peor, el terremoto tuvo un impacto terrible, destruyendo más de 4.000 escuelas, lo que afectó a la mitad del alumnado del país. También se destruyeron o quedaron muy dañadas más del 80% de las universidades. La educación se convirtió en un auténtico producto de lujo en el país.

Por otra parte, después del terremoto vimos cómo las mujeres haitianas eran claves en la reconstrucción porque muchas ONGs internacionales se apoyaron en ellas al considerarlas más fiables que los hombres para gestionar las ayudas económicas. 

La sociedad haitiana no reconoce esa capacidad a las mujeres. Es uno de los países del mundo donde se las aparta de manera más bestia de los puestos de responsabilidad. En el Congreso haitiano solo hay 3 mujeres entre 119 diputados, y el Senado lo componen 29 hombres y una sola mujer. La Constitución haitiana dice que las mujeres deberían ser al menos un 30% en todos los niveles de gobierno, pero ni siquiera se han aprobado leyes que persigan su cumplimiento. Otro dato también descorazonador es que, apenas un 10% de la judicatura son mujeres. 

En el mundo laboral las mujeres también están enormemente discriminadas. Los pocos datos que hay nos dicen que el desempleo juvenil femenino es del 55%, mientras que entre los varones está en el 41%, aunque las diferencias reales van mucho más allá, hay que contar, por ejemplo, con que los trabajos peor pagados están feminizados, por ejemplo. Sobre el mundo laboral, no podemos daros muchos datos porque ya os digo que no los hay, aunque creo que ya nos hacemos todas una idea de cómo pueden ser las cosas.

Sobre la violencia machista, alguna encuesta señala que la sufren al menos 1 de cada 3 haitianas de entre 15 y 49 años, pero nos parece una cifra infravalorada, la verdad. Tampoco tenemos  datos concretos sobre el número de feminicidios, aunque el goteo de casos que saltan a los medios es constante. Y por lo que se refiere a los derechos de la comunidad LGTB, hay que decir que carecen de cualquier tipo de protección contra la discriminación. Como cualquier sociedad profundamente misógina, Haití es también muy homófoba, de forma que no se permiten las uniones no heterosexuales, ni adopciones ni nada. 

A pesar de la homofobia, la homosexualidad está despenalizada desde 1791. Y eso tiene mucho que ver con la religiosidad haitiana, porque aunque un 57% son católicos y un 30% cristianos protestantes, esas creencias conviven con una gran extensión del vudú, que ha sido tradicionalmente mucho más tolerante con la homosexualidad que el cristianismo.

Ilustraciones > Canina Walls

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