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Situación de las mujeres en Brasil

*Situación de las mujeres en Brasil aparece en el podcast:

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Brasil es el séptimo país más poblado del mundo, con 216 millones de habitantes, y el quinto más extenso. Brasil por sí solo supone casi la mitad del territorio y de la población total de América del Sur. Es un país muy rico. Es uno de los mayores productores de petróleo del mundo y tiene una riqueza mineral enorme, eso sumado a su población lo convierte en una potencia emergente. Pero esa riqueza está distribuida de forma enormemente desigual. Es un país con contrastes muy marcados y con altas tasas de pobreza. Conforme a su coeficiente de Gini, que es la herramienta que se usa para medir la desigualdad de ingresos en un país, Brasil está entre los 15 o 20 países más desiguales del mundo, para que os hagáis una idea. 

Y esa desigualdad socioeconómica está atravesada por la cuestión étnica. La mitad de la población de Brasil son blancos, así en cifras redondas, y luego hay en torno a un 40% de mestizos, que allí se suelen denominar “pardos”, un 8% de negros y otras minorías ya más pequeñas de asiáticos y de indígenas. La riqueza, como suele pasar, se concentra en la población blanca, y la pobreza, en la otredad. Eso hace que la situación de las mujeres sea muy diferente según su color de piel. Y también según la zona del país, porque las zonas rurales en general están mucho más deprimidas.

Brasil fue una colonia portuguesa, como sabéis, y es por eso que su idioma oficial es el portugués. Se independizó en 1822, y tuvo una Monarquía hasta finales del siglo XIX. Desde entonces es una república. Una república que a lo largo del siglo XX fue alternando periodos constitucionales, más o menos democráticos, con épocas de dictadura. La más conocida y reciente, claro, fue la dictadura militar que hubo entre 1964 y 1985. Instaurada por un golpe de Estado apoyado por los EEUU, a los que les parecía que el presidente brasileño, Joao Goulart, del Partido Laborista, pues era demasiado de izquierdas. Vamos, lo normal en la historia reciente del mundo y, sobre todo, del continente americano: EEUU interviniendo como le viene en gana y apoyando  y poniendo medios, pasta y gente para instaurar dictaduras en otros países, sin ningún problema jamás, si eso favorece sus intereses. Luego van dando lecciones de democracia por ahí, y hay quien se las compra.

Desde el final de la dictadura militar se vienen celebrando elecciones periódicas, como en cualquier democracia liberal. Y en las elecciones de 2003 ganó un político de izquierda, líder del Partido de los Trabajadores, que todas conocemos: Lula da Silva. Lula estuvo como presidente hasta finales de 2010, y le sucedió una mujer de su mismo partido, Dilma Rousseff. La única mujer que ha sido presidenta de Brasil. Durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores se llevaron a cabo, entre otras cosas, políticas serias para intentar atajar el problema de pobreza, como el famoso programa “Bolsa Familia” de Lula, que daba ayudas económicas a familias desfavorecidas a cambio de que garantizasen cosas como la asistencia de sus niñas y niños a la escuela, por ejemplo.

Por si alguna ha estado muy perdida últimamente, en 2016 el Senado Brasileño destituyó a Dilma como presidenta, por supuesta corrupción, y al año siguiente se procesó y condenó también por corrupción al expresidente Lula, impidiendo así que pudiera presentarse a las elecciones presidenciales de 2018. Y en esas elecciones de 2018 ganó la extrema derecha de Jair Bolsonaro, uno de los políticos así de primera fila más repugnantes que hemos visto en bastante tiempo. Al final, esas acusaciones de corrupción contra Lula y contra Dilma Rousseff acabaron siendo anuladas, para sorpresa de nadie. Fijaos el nivel de catadura moral tan parecido al politiqueo español: el juez que condenó a Lula, luego Bolsonaro lo nombró ministro de Justicia… En la línea de los nombramientos de este hombre, por otra parte, que puso al frente del Ministerio de la Mujer a una pastora evangélica antifeminista, por ejemplo. Pero vaya, que lo de las acusaciones a Dilma y a Lula fue un caso clarísimo de eso que se llama “lawfare”, utilizar de manera fraudulenta a los jueces para cargarse la voluntad democrática de los brasileños. 

En octubre de 2022 hubo nuevas elecciones. Lula ya pudo volver a presentarse y le ganó a Bolsonaro, como sabréis, así que ahora vuelve a ser presidente de Brasil. Veremos si la extrema derecha le deja seguir siéndolo, porque hace solo unas semanas ya intentaron dar un golpe de Estado que por suerte fue un fracaso.

¿Y cuál es la situación de las mujeres en Brasil? Bueno, pues lo primero que hay que mencionar es que Brasil siempre ha destacado, dentro del contexto sudamericano, por tener un movimiento feminista bastante fuerte y bien organizado. El sufragismo brasileño, por ejemplo, con una figura clave que fue la zoóloga y diplomática Bertha Lutz, consiguió el derecho a voto ya en 1932, y en esa misma década se empezaron a ver ya algunas mujeres en puestos de responsabilidad política. 

Pero pese a esa fuerza del feminismo, la sociedad brasileña es muy patriarcal y hay muchos ámbitos donde sigue habiendo desigualdades tremendas. Desde el restablecimiento de la democracia en los 80, a nivel legal se ha reconocido la igualdad en todos los ámbitos, corrigiéndose algunas desigualdades muy evidentes que quedaban por ahí todavía, por ejemplo en el tema del acceso a la propiedad de la tierra.. que es que el peso excesivo de los latifundios y la necesidad de redistribuir tierra lleva décadas siendo un tema clave de la política brasileña, pero no vamos a entrar ahora en ello… El caso es que en la práctica, si bien en algún ámbito concreto, como el de la Educación se ha logrado una igualdad efectiva, en muchos otros sigue habiendo mucha desigualdad. 

Sigue habiendo un mercado de trabajo segmentado por sexos, en el que las mujeres participa menos – un 20% menos que los hombres- y cobra menos también: un 30% menos que los hombres aproximadamente. La política sigue muy masculinizada, y la judicatura, sobre todo en los puestos importantes, también. En  política, por ejemplo, en 2022 las mujeres eran menos del 20% en el parlamento, algo que situaba a Brasil en el puesto 119 de los 146 países analizados en el Índice Global de la Brecha de Género. Además, hay zonas y sectores donde las mujeres siguen especialmente oprimidas. En las zonas rurales agrícolas del norte de Brasil, por ejemplo, pero también las mujeres que se dedican al servicio doméstico en las ciudades, que siguen muy desprotegidas porque es un trabajo que no está bien regulado.  

Un aspecto particularmente sangrante en Brasil es el de los derechos reproductivos. El aborto es ilegal, salvo en casos de riesgo para la salud de la madre, malformación del feto o violación. Pero incluso en esos casos a veces puede ser difícil abortar legalmente. Abortar puede implicar penas de cárcel tanto para las mujeres como para quienes practican el aborto, y aunque no hemos visto que haya mujeres en la cárcel por abortar, sí las hay, y bastantes, que han sido condenadas a trabajos comunitarios, en enfermerías o en guarderías normalmente, por haber abortado. Especialmente sangrante que te manden a una guardería después de abortar, sobre todo si lo has hecho por falta de recursos para mantener a la criatura. 

Pero aun así, se aborta masivamente en Brasil, de manera clandestina, y a veces en condiciones muy precarias. Se calcula que hay medio millón de abortos clandestinos anuales, y unas 200 o 250.000 mujeres tienen que ser atendidas en los hospitales por complicaciones en esos abortos. El peso de la Iglesia católica en el mantenimiento de esta legislación es evidente: tened en cuenta que Brasil es el mayor país católico del mundo. En 2009 hubo un caso muy famoso, yo creo que muy ilustrativo, de una niña de 9 años que se quedó embarazada tras una de las violaciones de su padrastro y que pudo por lo tanto abortar. Pues salió un arzobispo católico a decir que los médicos y la madre de la niña quedaban excomulgados… cómo te quedas? Al final intervino el Gobierno y la Conferencia Episcopal desacreditó al arzobispo, pero el caso ya te da un poco la medida de cómo está el patio. Lo tengo que decir o reviento, allí tienen al pavo este, pero aquí tenemos a Tamara Falcó en Prime Time en el hormiguero hablando de las bondades de no abortar incluso siendo una niña de 12 años, que si estás embarazada con 12 años es que has sido violada, y aquí no pasa nada.

En Brasil, dicho sea de paso, se han llevado a cabo amplias políticas para intentar reducir la natalidad, cosa que se ha conseguido, y buena parte de esas políticas han apuntado en la promoción de la esterilización de las mujeres como método anticonceptivo. Hay zonas del país donde el porcentaje de mujeres esterilizadas ronda el 50%, zonas pobres sobre todo, porque son las mujeres pobres las que suelen estar peor informadas sobre los efectos a largo plazo de la esterilización quirúrgica, y porque son las mujeres pobres las que no se pueden permitir otras formas de contracepción. Al final, la esterilización es un método más barato y si encima te lo facilitan desde instancias gubernamentales, pues imagínate. No hace falta decir que ellos no se someten a una mierda.

En relación con los derechos reproductivos, podemos mencionar también que en Brasil está reconocida la baja de maternidad remunerada de entre 120 y 180 días, pero la baja paternal es solo de 5 días. Que ya sabemos todas lo que significa de cara a la integración laboral. Y aunque es ilegal preguntar por los planes de maternidad en las entrevistas de trabajo, pues se hace. Y algún caso ha habido incluso empleadores que han solicitado hasta pruebas de esterilización para contratar.

Por lo que respecta a la violencia contra las mujeres, aunque los gobiernos de Lula y Dilma sacaron adelante leyes importantes sobre violencia doméstica (2006) y feminicidios (endureciendo las penas a los asesinos, en 2015), la situación sigue siendo terrible. Hay redes de apoyo, hay comisarías especializadas en violencia machista, etcétera. Aunque, bueno, me río de las comisarías y de los jueces expertos en violencia contra las mujeres, me río de los brasileños y de los españoles, y de los de donde sea. Sigo. Se contabilizan entre 10 y 15 feminicidios diarios, amigas. DIARIOS. Un estudio, por ejemplo, documentó más de 40.000 mujeres asesinadas en la década 1997-2007. Un país con 4,5 veces más habitantes que España pero 60 veces más mujeres asesinadas. Qué dolor.

Es siempre esa brecha entre la situación legal y la situación real, que se ve en todas partes, sistemáticamente, y que en Brasil la verdad es que en muchos ámbitos pues es tremenda. Por ejemplo en el de la prostitución. El proxenetismo está prohibido y penalizado, la prostitución a nivel particular sí es legal, pero no hay una regularización de la prostitución, aunque sí un movimiento regulacionista muy fuerte. Pero más allá de todo eso, la realidad es que Brasil es uno de los mayores destinos de turismo sexual del mundo. Quizá el principal, junto con Tailandia. Y aunque por supuesto la pederastia y la prostitución infantil son ilegales, hay zonas del país donde están muy extendidas, con redes operadas por mafias que a veces cuentan con la complicidad de gente corrupta en las instituciones o en la policía. 

Con la situación de lesbianas y gays también hay contrastes llamativos. Porque en Brasil las parejas homosexuales pueden adoptar y casarse, tienen lo que llaman una “gestación subrogada altruista” que tú y yo sabemos lo que es eso, prima. Pues de esa gestación es legal que los hombres gays también sean compradores de bebés. Muy equilibrado todo, aquí si explotan los heteros explotan los gays, cero homofobia, 100% misoginia. Luego, desde 2018, se reconoce la autodeterminación de género y las cirugías de reasignación están cubiertas por el sistema público de salud. Socialmente, según las encuestas, la aceptación y la tolerancia hacia el colectivo LGTB es muy mayoritaria. Pero al mismo tiempo, es uno de los países del mundo donde más asesinatos LGTB se producen. Entre 2016 y 2018, en tres años, se contabilizaron 1.150 asesinatos LGTB. También es cierto que Brasil es un país con mucha criminalidad y una tasa de homicidios muy alta, así en general. 

Hemos encontrado poca información relativa específicamente a mujeres con discapacidad. Sí han trascendido en los últimos años cuestiones como por ejemplo denuncias de ONGs sobre la situación de personas con discapacidad que acaban confinadas en instituciones, sin que el Estado ponga interés en darles oportunidades para llevar una vida independiente e integrada en la sociedad. En general, queda muchísimo por hacer en cuanto a la integración social y laboral de los más de 40 millones de mujeres y hombres con discapacidad que viven en Brasil. Y sin embargo, sí se pone más interés en cuestiones como la mejora de la accesibilidad a determinados espacios, pero siempre en relación con el turismo, para los de fuera, vamos. Y es que el turismo es una industria muy potente en Brasil, y el dinero manda.

Y, ya por último, contaros que Brasil es una de las sociedades con un mayor porcentaje de madres solteras: entre 25 y 30 millones de familias monomarentales, es decir, el 40% de las familias con descendencia tienen solo a una mujer al frente. Son hogares más proclives a experimentar situaciones de pobreza, y por lo que sabemos hasta hoy, estas familias sí se han beneficiado mucho del programa de ayudas que mencionábamos: “Bolsa Familia”. De hecho, en general, los pagos estatales a familias desfavorecidas se daban a las mujeres, incluso en familias tradicionales con ambos progenitores, porque el Estado se fía más de las mujeres para gestionar el dinero. Ay, si esto se hiciese con el dinero del Estado, y no solo con la pequeña economía.

Ilustraciones > Canina Walls

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