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La situación de las mujeres en Sudáfrica

*La situación de las mujeres en Sudáfrica aparece en el podcast:

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Sudáfrica es un país que tiene hoy unos 60 millones de habitantes, de los que, redondeando, el 80% es población negra, un 9 % mestiza, un 8% blanca y el resto (un 2-3%) asiática. La minoría blanca tenía más peso hace unos años y durante casi todo el siglo XX fueron un 20% de la población del país. Este pequeño porcentaje de blancos, como sabéis y ahora contaremos, estuvo oprimiendo a la mayoría negra de forma terrible hasta la década de 1990. 

Aunque los primeros europeos que llegaron a la zona de Sudáfrica fueron los portugueses, quienes de verdad empezaron a colonizarla fueron los holandeses, a partir del siglo XVII. Tiempo después, ya en el siglo XIX, llegaron también británicos, que fueron haciéndose con el control de la zona y obligaron a los holandeses a desplazarse más al norte. Por entonces, a esos holandeses se les conocía ya como “afrikáneres” o como “bóeres”, y se consideraban a sí mismos “nativos”, porque llevaban allí siglo y medio. A mediados del siglo XIX, en la actual Sudáfrica estaban los ingleses controlando la parte sur, en el norte dos territorios independientes dominados por esos bóeres de origen holandés, y zonas controladas por grupos nativos, como los zulúes. Pero, a principios del siglo XX, los ingleses ya habían sometido todo a su control, y por la vía militar. Quizá os suenen las “guerras de los bóeres” de Inglaterra contra esos territorios independientes de colonos de origen holandés. En esas zonas se habían descubierto minas impresionantes de diamantes y de oro, y los ingleses pues las querían, como han querido todo toda la vida de dios. 

Así, a principios del siglo XX, toda la actual Sudáfrica estaba dominada por los británicos, quienes en 1910 fundaron la llamada “Unión Sudafricana”, que aunque estaba dentro del Imperio Británico tenía mucho nivel de autogobierno. 

A diferencia de otros territorios en una situación parecida -como Canadá-, Sudáfrica dejó de tener como soberana a la Reina de Inglaterra en 1961, fecha en la que celebraron un referéndum y se convirtieron en República. En cualquier caso, en esa Unión Sudafricana, los blancos, fuera cual fuera su origen, se pusieron de acuerdo rápido para explotar a la población autóctona negra, mucho más numerosa, que fue utilizada masivamente como mano de obra barata, por ejemplo en la lucrativa industria minera, o en el caso de las mujeres, en el servicio doméstico de los blancos ricos. Y se montó todo un sistema para mantener a los negros no solo explotados, sino segregados de ellos, separados de esa minoría privilegiada blanca que los explotaba, sistema conocido como “apartheid”.

El apartheid funcionó primero de manera “informal”, pero desde 1948 se sistematizó y reguló totalmente ya de forma legal. Todo estaba segregado hasta el extremo imposible de imaginar hoy día. Había hasta escaleras para blancos y escaleras para negros, para acceder a los sitios. Estaban prohibidos los matrimonios interraciales, estaban segregadas todas las instituciones, las escuelas… Los negros vivían en los llamados bantustanes, una especie de reservas tribales con mucha autonomía administrativa, o en suburbios pobres. Tenían prohibido el acceso a las zonas de residencia y trabajo de los blancos, salvo que tuvieran unos pases especiales para trabajar. Eso hacía que por ejemplo si una mujer negra era empleada doméstica en una zona blanca, su familia no pudiera visitarla porque ella sí pero su familia no tenía ese pase.

La división racial ha marcado todo en la Sudáfrica actual. También en lo que respecta a la situación de las mujeres. Desde finales del siglo XIX existió un movimiento sufragista blanco, burgués, muy ligado al activismo prohibicionista del alcohol, por cierto, porque el alcoholismo de los señoros era un problemón. En 1930 las blancas consiguieron el derecho a votar y a ser candidatas en las elecciones, pero para las mujeres negras la cosa fue totalmente distinta. El activismo de las negras se dirigió a luchar contra el racismo, destacando el papel de la Liga de Mujeres del Congreso Nacional Africano, que era el partido de Mandela. Los activistas de esta y otras organizaciones anti apartheid, como el Partido Comunista de Sudáfrica, fueron perseguidos, encarcelados, torturados e incluso asesinados. Hubo episodios terribles, como la represión policial de una manifestación contra las leyes de pases en Sharpeville, en 1960, donde asesinaron a 69 personas (negras, por supuesto), de las que 29 fueron niñas y niños). Hablamos de que la violencia de los blancos resultó en dispararles por la espalda mientras huían. También podemos hablar de la masacre de al menos 176 estudiantes de Soweto que se manifestaron contra la obligatoriedad del idioma afrikáans (el idioma derivado del holandés) en las escuelas negras, en 1976.

Hay que decir que hubo alguna organización anti apartheid de mujeres blancas, como “Black Sash”, aunque igualmente hubo grupos de mujeres fascistas que se organizaron para defender la segregación racial hasta el final, como las “Kappie Kommando”. La extrema izquierda y la extrema derecha, para cuando os digan que los extremos se tocan.

En 1994, el régimen del apartheid llegó a su fin. La situación era insostenible para el ultraconservador Partido Nacional, que llevaba gobernando desde 1948 y era el gran artífice de esta aberración. La presión interna de la población negra, de parte de la blanca también, que ya no quería este sistema racista, y también la de la comunidad internacional, llevó a una transición que culminó con unas elecciones multipartidistas libres en 1994 en las que arrasó el Congreso Nacional Africano de Mandela, a quien por cierto encarcelaron durante 27 años.

Este partido es el que ha ganado todas las elecciones en Sudáfrica desde entonces y podríamos decir que es socialdemócrata. Promovió entre otras cuestiones una feminización de la política. Ya en esas elecciones de 1994 algo menos de una cuarta parte de las diputadas fueron mujeres, y Mandela nombró a varias ministras. Pero posteriormente se ha avanzado más en esto, y diferentes medidas han hecho que actualmente haya una paridad casi perfecta tanto en el Parlamento como en el Gobierno. Aunque no ha habido ninguna presidenta todavía, eso sí. También se ha logrado una incorporación tremenda de las mujeres al ámbito educativo, a día de hoy son más que los hombres en todos los niveles, especialmente en el universitario.

El Congreso Nacional Africano también legalizó en 1996 el aborto libre en los tres primeros meses de embarazo, algo muy raro de encontrar en el continente africano. Aunque también hay que decir que en la práctica los trámites para abortar son complicados y sigue habiendo bastantes abortos clandestinos. En Sudáfrica, el uso de métodos anticonceptivos todavía no está suficientemente extendido, sobre todo en ciertos sectores sociales, y eso influye tanto en que haya muchos embarazos no deseados, como en que el país sea el cuarto del mundo con más porcentaje de infecciones por VIH y con más SIDA. Una enfermedad que además tiene algo más de prevalencia entre las mujeres, algo que algunos estudios vinculan con el desequilibrio de poder entre sexos, que hace por ejemplo que las mujeres no siempre tengan control sobre el uso de preservativo por parte de los varones. 

Los gobiernos post-apartheid también han avanzado mucho en legislación social de todo tipo y en materia de derechos para lesbianas, gays y bisexuales: sin ir más lejos, Sudáfrica fue el quinto país del mundo en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, en 2006, algo inusitado en el contexto africano. Pero pese a esto que os acabo de comentar, aunque en la agenda del Congreso Nacional Africano estuvo desde el principio la igualdad entre mujeres y hombres, este tema se acabó colocando como un objetivo secundario. En parte porque la desigualdad social de base racial era tan enorme que las políticas se orientaron a intentar corregir esto. Cosa que todavía, en 2023, no se ha conseguido ni de lejos, por cierto. 

Sudáfrica sigue siendo a día de hoy el país del mundo donde la desigualdad de ingresos, es decir, la diferencia entre los ricos y los pobres, es más grande. Amnistía Internacional ha mencionado también que tiene uno de los sistemas educativos más desiguales del mundo, con tres cuartas partes de los niños y niñas teniendo problemas para leer todavía a los 9 años y zonas, como la provincia de KwaZulu-Natal, donde varios cientos de miles de criaturas tienen que hacer más de una hora caminando cada día para llegar a su escuela. Y otra de vuelta, claro.

La etnia sigue siendo crucial en esta desigualdad, pero las brechas en base al sexo también son tremendas. En 2017 el Foro Económico Mundial hablaba de que las mujeres cobraban unos 6.600 rands mensuales menos que los hombres, siendo los ingresos medios en Sudáfrica de unos 20.000 rands mensuales en ese momento. Esto se debe sobre todo a que los trabajos peor pagados están muy feminizados. Encima, las madres solteras se han encontrado con una discriminación a mayores, que contribuye a que los hogares monomarentales sean un 40% más pobres que la media. A ver si lo podemos explicar fácilmente. Durante el apartheid, las mujeres casadas que trabajaban pagaban más impuestos, dentro de la lógica ultraconservadora de favorecer que se quedasen en casita. Esto lo quitó el nuevo gobierno, pero la ley actual hace que por ejemplo a la hora de desgravarse por tener hijos, los hogares con dos sueldos se puedan desgravar dos veces. El padre se desgrava por hijo y la madre se desgrava por hijo, para entendernos. Pero los hogares donde solo entra un sueldo solo se desgravan una vez. Y el caso es que el 41.7% de la infancia en Sudáfrica vive en hogares monomarentales, un 4.4% en hogares monoparentales -con el padre, se entiende- y el 54% restante en hogares con madre y padre. Así que esa medida realmente discrimina sobre todo a las madres solas. Para no variar.

Para terminar, vamos con lo más característico, para mal, de la situación de las mujeres en Sudáfrica: el nivel de violencia machista que sufren. Las violaciones y los asesinatos de mujeres son algo masivo, hasta el punto de que se habla de Sudáfrica como el epicentro mundial de las violaciones. Las cifras oficiales muestran más de 50.000 violaciones denunciadas anualmente, y algunas estimaciones elevan la cifra real, denunciada y no denunciada, hasta las 600.000. 

En Sudáfrica, 1 de cada 4 hombres reconoce haber violado. O sea que si un 25% reconoce ser un violador, no queremos ni imaginar la cifra real. Y el problema se agrava por la extensión del mito de que el sexo con chicas vírgenes cura el sida y otras enfermedades. Además, hay unos 3.000 feminicidios al año, uno cada tres horas. Solo en 3 meses de 2022, y únicamente en la Provincia del Cabo Occidental, que tiene 7 millones de habitantes, 116 mujeres fueron asesinadas y a 159 más se libraron por los pelos. En 3 meses, ¿eh? en una ciudad con la población de la Comunidad de Madrid. 

También hemos encontrado estudios que revelan que cerca de la mitad de los hombres abusan de sus parejas. Además, en algunas áreas rurales siguen produciéndose matrimonios forzados y sigue vigente la costumbre del matrimonio por secuestro: secuestrar a una joven, menor muchas veces, para casarse con ella, con el consentimiento de los padres. Sobre esto hay que decir, por cierto, que en los matrimonios sudafricanos la existencia de privilegios para los maridos, de prerrogativas de control sobre sus mujeres, se mantuvieron hasta 1984 en el caso de los matrimonios civiles entre blancos, hasta 1988 en los matrimonios civiles entre negros, y hasta el año 2000 para los matrimonios celebrados según el derecho consuetudinario dentro de algunos grupos étnicos concretos. Actualmente el país tiene tanto leyes contra la violencia machista como leyes específicas de apoyo a las víctimas de violencia, pero no están funcionando. Y aunque el Gobierno ha declarado que la violencia machista es una prioridad y una “crisis nacional”, algunas de sus medidas no parecen precisamente las mejores para encarar el problema: actualmente está en marcha un proyecto para la legalización total de la prostitución, ya veis las ideas que están primando por allí. No hay mucha esperanza de que vaya a cambiar nada de momento para las sudafricanas.

Ilustraciones > Canina Walls

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