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Historia del Feminismo en España VII: Violencia machista

*Historia del Feminismo en España VII: Violencia machista aparece en el podcast:

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El miércoles pasado, 25 de noviembre, fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. La fecha 25N se eligió para conmemorar el asesinato de las tres hermanas Mirabal, Patria, Minerva y María Teresa, activistas antifascistas contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, uno de los genocidas más sangrientos de América Latina. Que por cierto, está enterrado en un mausoleo inmenso de mármol en La Almudena, Madrid. No me preguntéis por qué, los caminos de las democracias son también inescrutables.

Alargando este 25N, en nuestra sección de historia de hoy vamos a hacer una restrospectiva de la violencia machista en el estado español. Este día, en 2020, ha sido crudo y clarificador para ver lo que hay bajo ese supuesto consenso social contra la violencia contra las mujeres: y es que los mismos señores que por la mañana estaban colgándose medallitas y posts en sus redes para demostrarnos lo feministas que son, presidente y vicepresidente del gobierno incluidos, por la tarde lloraban la muerte del maltratador Diego Armando Maradona, viniendo a decir incluso, como en el caso de Echenique, que bueno, el hombre tenía sus luces y sus sombras… Todo el mundo tiene sus cosas, verdad?

Así que creo que tiene mucho sentido hacer un repaso rápido a la historia reciente de la violencia machista en España. En programas anteriores hemos visto algunas cuestiones sobre este tema durante el franquismo. Recordábamos que un marido que mataba a su mujer solo era condenado a una pena de destierro, y que hasta 1963 había estado vigente el parricidio por honor, lo que equivalía a legalizar la violencia machista y los feminicidios. El adulterio, por ejemplo, no solo estaba mucho más penalizado para las mujeres y se contemplaba como atenuante en casos de violencia machista, sino que además era considerado de manera diferente para hombres que para mujeres: para ser adúltera valía con haber intimado sexualmente, mientras que para que se considerase que un hombre era adúltero hacía falta que se llevase a vivir a la amante al domicilio conyugal. Amiga date cuenta. 

En los años finales de la dictadura se fue modificando el código penal para acabar con las burradas más sangrantes, pero muchas de las injusticias se mantuvieron, claro. Es interesante también ver cómo se trataba la violencia machista en los medios franquistas. Solo se hablaba de los casos más graves, los que acababan en homicidios despiadados, y no todos, porque la dictadura quería dar una imagen de seguridad y controlaba lo que se publicaba. Por supuesto el enfoque de los feminicidios no eran en base al sexo: se hablaba de “dramas conyugales” o de “crímenes pasionales”, como casos aislados. Y se ponía siempre el acento en los celos, en el alcohol, en la salvaguarda del honor o en la enfermedad mental como justificaciones o atenuantes de los crímenes. En el periódico de sucesos por excelencia de la época, El Caso, se podían leer cosas como esta que recoge en un artículo Emma Gómez Nicolau:

“Una mujer de extraordinaria belleza había casado, y al parecer sus mismos atractivos fueron causa de que el esposo la hiciese objeto de malos tratos, asediado por los celos”.

Ya os contamos que en la transición, el feminismo fue muy activo, pero con todo por conseguir y la violencia machista quedó en segundo plano. Muchas asociaciones y grupos feministas denunciaron esta violencia contra las mujeres, sobre todo desde los 80, pero el feminismo para entonces había perdido fuerza y presencia pública y no se avanzó demasiado.

A finales de 1997, el asesinato de Ana Orantes lo cambió todo. Ana contó en un plató de Canal Sur que su marido la había maltratado durante 40 años y que el sistema judicial le había dado la espalda hasta el punto de obligarla a seguir viviendo en la misma casa que su maltratador una vez divorciada de él. Unos días después de esa entrevista, el exmarido de Ana la ató a una silla y le prendió fuego en el jardín de la casa que compartían. El caso provocó una reacción tremenda, liderada por el feminismo, y desde entonces la violencia machista pasó a tener un lugar mediático más importante y a ser considerada una preocupación social de primer nivel.

La presión social hizo que en el ámbito político e institucional se empezasen a tomar medidas. En 1998, el PP puso en marcha lo que llamaron un Plan de Acción Contra la Violencia Doméstica: se empezaron por fin a recoger datos estadísticos sobre la violencia contra las mujeres, algo vital, porque acabó mostrando hasta qué punto era una violencia estructural y en base al sexo, y no casos aislados. Aun así, la insensibilidad y la podredumbre moral de muchos líderes del PP hacia este tema era evidente: el vicepresidente Álvarez Cascos llegó a decir que el asesinato de Ana Orantes era un “caso aislado obra de un excéntrico”. 

A principios del años 2000, cuando una concejala del PP de Ponferrada, Nevenka Fernández, denunció por acoso al alcalde de la ciudad, de su mismo partido, muchos líderes del Partido Popular apoyaron al alcalde. El caso Nevenka dejó también muy claro dónde estaba de verdad la sociedad española en cuanto a concienciación sobre la violencia contra las mujeres: mucha gente apoyó públicamente al alcalde, que al final acabó con una condena mínima y siguió metido en política, mientras que Nevenka tuvo que irse de España. Una de las preguntas que le hizo el fiscal a Nevenka resume muy bien esta lacra: 

«¿Por qué usted, que ha pasado este calvario, este sufrimiento, que se le han saltado las lágrimas, por qué usted que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y que tiene que aguantar por el pan de sus hijos… por qué usted aguantó?”

Hubo que esperar hasta 2004 para que el PSOE, con Zapatero a la cabeza asesorado por las feministas del partido, por supuesto, aprobase una Ley específica para luchar contra la violencia machista, la famosa Ley Integral de Violencia de Género. Fue un paso enorme, pero ha demostrado también tener muchos déficits. Todavía limita el concepto de violencia machista al ámbito de las relaciones sentimentales normativas, por ejemplo. El asesinato de Marta del Castillo no entra dentro de sus estadísticas. Ni la de Diana Quer o Laura Luelmo ya que ellas no mantenían ninguna relación con sus agresores. Y como ellas, muchísimas compañeras más, que ya no están.

Además , a lo largo de los años hemos comprobado que faltaban recursos para desarrollar la ley, que faltaba formación en los sectores destinados a prevenir, tratar y juzgar la violencia machista, y que no se ha puesto nunca suficiente énfasis en la detección temprana de casos de violencia. Por mencionar solo algunas cuestiones.

Desde 2004 se han ido desarrollando leyes autonómicas que han corregido algunos problemas. Por ejemplo, la ley catalana de 2009 contempla la asistencia y la protección a las mujeres maltratadas sin necesidad de que interpongan denuncia, bastando un informe médico o psicológico, cosa que la Ley Integral estatal no hace.

En 2017 se intentó dar otro paso importante con el Pacto de Estado contra la Violencia Machista, pero de nuevo nos encontramos con que muchas de las medidas del pacto no se están sacando adelante porque no se destinan recursos, ya que no hay voluntad política. Y entre vaivenes, dejación de funciones y tuits ensalzando a Maradona, las cifras de la violencia machista se mantienen en niveles altísimos y la sociedad sigue sin reconocer de forma generalizada muchas formas de violencia contra nosotras. 

Así que actualmente tenemos a una ultraderecha que niega la existencia de la violencia machista y defiende interpretaciones que no veíamos desde el franquismo. También sufrimos al principal partido de derechas, el PP, que hace tan solo tres años encargó un estudio a la Guardia Civil y a la policía para ver por qué era eso de que a las mujeres nos mataban. Como os lo cuento. Para ello, estas dos instituciones tan apropiadas y sensibilizadas con la violencia machista, a quién fueron a preguntar? a los feminicidas. A las cárceles. El nivel de misoginia es tal, que confían más en feminicidas que toda la lucha feminista, que sabe la respuesta desde hace siglos. Obviamente no sacaron ninguna conclusión. 

Y por último tenemos también a nuestra querida izquierda, nuestros comumachos aliados que tenemos aquí colgados y que no se nos despegan ni son aceite hirviendo, políticos de alto medio y bajo rango a los que se le ven las costuras en cuanto les rascas un poquito debajo del lazo morado de la solapa. Y a veces no hace falta ni eso, Maradona mediante. Mucho trabajo por delante, primas. Pero ni un paso atrás.

Ilustraciones > Canina Walls

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