Inicio > Situación mujeres en el mundo > Situación de las mujeres en Sierra Leona
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Sierra Leona es un país situado en la costa atlántica africana. Tiene algo más de 70.000 km2 y unos 8 millones de habitantes, que crecen rápidamente porque la tasa de natalidad es muy alta. Es un poco más pequeño que Andalucía y tiene una población similar. Es un país rico en diamantes y, sin embargo, uno de los diez países con menor PIB per cápita del mundo: un 70% de su población vive por debajo del umbral de la pobreza.
Desde que llegaron los europeos en el siglo XV la zona era un punto clave para el comercio de esclavos, pero a finales del siglo XVIII los ingleses empezaron a trasladar allí a esclavos y esclavas liberadas, fundándose la actual capital del país, Freetown, “ciudad libre”. Poco a poco, los británicos fueron llevando cada vez a más personas esclavas liberadas y aumentando a su vez el territorio que controlaban a base de pactos y de guerras con los pueblos nativos. Para finales del siglo XIX ya controlaban todos los territorios que luego, en 1961, se independizarían dando lugar a la actual República de Sierra Leona.
Durante la época colonial, los criollos, es decir, los descendientes de esclavas y esclavos liberados por los ingleses, se conformaron como la élite dirigente local. Era un grupo con costumbres europeizadas y un mejor acceso a la educación, y las autoridades británicas les confiaron los puestos claves en la administración colonial. Pero los criollos no eran, ni son, ni mucho menos, el grupo étnico predominante en Sierra Leona. Actualmente se calcula que son menos de un 3% de la población. Los dos grupos étnicos mayoritarios son los Mende -que se concentran en el sur y en el este- y los Temne, que están en el norte y el oeste. Cada uno de ellos aglutina a un tercio de la población del país. Luego hay otros grupos como los Limba, que son ya menos del 10%.
Con todo, los criollos son un grupo muy relevante por esa posición elitista y las criollas han tenido una situación muy diferente a la del resto de la población femenina de Sierra Leona. Desde la época colonial, las mujeres criollas tuvieron derecho a la propiedad y algunas pudieron estudiar. De este grupo salieron precisamente las primeras feministas sierraleonesas, las primeras profesionales (abogadas, médicas) y las primeras políticas. Mujeres como Constance Cummings-John, que en 1966 se convirtió en alcaldesa de la capital, Freetown. Algo bastante inaudito en una sociedad profundamente patriarcal y en esa época, además.
Como pasa con muchos países africanos que fueron colonias, el tema de la división étnica juega un papel importante.
Los europeos trazaban fronteras de dominio colonial pensando en sus intereses económicos y dentro de ellas quedaban a menudo distintos grupos étnicos con costumbres y lenguas completamente diferentes. Así que cuando luego se producían las independencias de esos territorios, estallaban conflictos interétnicos. Y Sierra Leona no fue una excepción en esto. Cuando se independizó en 1961, el control lo asumió inicialmente el Partido Popular de Sierra Leona de Milton Margai, un mende que favoreció a su etnia. Y luego, desde los 70, le sustituyó al frente del Estado otro partido, el Congreso de Todo el Pueblo, que tenía una base social temne, limba y también criolla y que transformó el país en un régimen de partido único entre 1978 y 1991.
En 1991 estalló la guerra civil cuando un grupo armado, el Frente Unido Revolucionario, se rebeló contra el gobierno y la corrupción de las élites de la capital. Aunque pronto quedó claro que no planteaban precisamente una alternativa mejor que lo que había. La guerra civil duró hasta 2002 y fue sumamente violenta, especialmente por los crímenes de ese Frente Unido Revolucionario, aunque las fuerzas del gobierno también cometieron excesos, como siempre. Al final, el Frente Unido Revolucionario fue derrotado por el gobierno, ya que estos sí tuvieron apoyo internacional. El conflicto dejó entre 50.000 y 75.000 muertes, muchas de ellas civiles, más de 20.000 personas mutiladas y provocó más de dos millones de desplazamientos. Hubo entre 10.000 y 15.000 niños-soldado, que luego han sido objeto de programas de rehabilitación y reinserción social patrocinados por organismos internacionales.
El Frente Unido Revolucionario utilizaba el tráfico ilegal de diamantes para pagar la guerra: esos eran los conocidos “diamantes de sangre” que dio título a la famosa película, que seguro habréis visto. Así que fue clave lograr un compromiso internacional para bloquear ese comercio ilegal de diamantes de cara a parar la guerra.
Desde 2002, el país se ha estabilizado relativamente y hay elecciones multipartidistas y democráticas periódicamente, pero la situación económica y social sigue siendo terrible. A las secuelas de la guerra se han unido muchísimos otros problemas, desde inundaciones catastróficas hasta la violenta epidemia de ébola de 2014, por nombrar algunos. Para tratar la situación de las mujeres de Sierra Leona empezaremos hablando de la violencia machista, que deja unos datos demoledores.
Según una gran encuesta del Gobierno de Sierra Leona publicada en 2019, un 61% de las mujeres de entre 15 y 49 años han sufrido violencia física a lo largo de su vida. Y también un 61% de mujeres casadas han padecido violencia física, sexual o psicológica a manos de sus parejas. El 30% de las mujeres casadas abusadas por sus maridos han tenido heridas y secuelas físicas por esa violencia.
No hay datos muy fiables sobre violaciones, por el tremendo estigma social que pesa sobre las víctimas, que las lleva a esconderlo para siempre. Algunas estimaciones hablan de que la mitad de las mujeres del país habrían sido violadas en algún momento de su vida. Lo que está claro es que constituye un problema muy grave y extendido, además son muy frecuentes las violaciones de niñas. De hecho, en 2019 el presidente del país elevó la violencia sexual al estatus de “emergencia nacional”, aunque los mecanismos implementados para combatirla de momento no parecen dar muchos frutos.
Y tratando este tema, es obligado referirse específicamente a lo sucedido en la guerra civil. Sierra Leona es uno de los ejemplos más sangrantes del uso que dan los hombres a la violación como arma de guerra. Se estima entre 60.000 y más de 250.000 el número de mujeres violadas durante el conflicto, la inmensa mayoría por parte de los rebeldes del Frente Unido Revolucionario. La brutalidad contra las mujeres es imposible de exagerar. Hablamos generalmente de violaciones grupales, repetidas, a mujeres y niñas de todas las edades, y hablamos también del secuestro sistemático de mujeres para utilizarlas como esclavas sexuales de los soldados.
Frente a todas estas situaciones de violencia, las mujeres de Sierra Leona se encuentran con un sistema legal totalmente ineficiente, al que muchas veces no tienen ni siquiera acceso, y con una sociedad anestesiada y muy machista. Para que nos hagamos una idea, hasta 2007 no se ilegalizó el maltrato de una mujer por parte de su marido. Y en la práctica, gran parte de la sociedad sigue entendiendo que este tipo de maltrato es algo que debe quedarse en casa.
En 2014, una encuesta reveló que dos tercios de las mujeres de Sierra Leona creían que en determinadas circunstancias estaba justificado que su marido les pegase. Se une a todo esto que la ley apenas se aplica. Muchas mujeres ni la conocen, y otras no tienen recursos para pagarse una abogada o para conseguir el informe médico que se exige como prueba de los malos tratos. Y luego además, están todos esos condicionantes sociales que hacen que estos casos no se judicialicen. El propio sistema, como vemos, favorece y potencia el silenciamiento de la violencia.
También en 2007, Sierra Leona ilegalizó el matrimonio antes de los 18 años y exigió que hubiera consentimiento por ambas partes. Anteriormente no había límite de edad ni se exigía consentimiento por parte de ellas, siendo frecuente, sobre todo en zonas rurales, ver a viejos casados con niñas de 12 o 13 años. Pese a su ilegalización, el matrimonio infantil sigue siendo un problema grave. Entre el 40 y el 50% de las adolescentes del país se han casado antes de cumplir los 18 años. Esto se solapa y retroalimenta con otros problemas como la altísima mortalidad materna, la mayor del planeta según la ONU. Mueren 1.360 madres por cada 100.000 criaturas que nacen.
Las deficiencias sanitarias son claves para explicar esto, también la altísima tasa de embarazos adolescentes: la séptima más alta del mundo en 2013. A estos embarazos, consecuencias de las violaciones dentro de esos matrimonios infantiles, se le suma la escasa extensión de los anticonceptivos, que también influye, porque los embarazos y partos a edades tan tempranas entrañan muchos riesgos. Es bastante terrible pensar que haya tantas niñas tan desprotegidas, siendo casadas y abusadas con el beneplácito de toda una sociedad. Y que, por si fuera poco, sufran embarazos para los que sus cuerpos aún no están ni preparados, con el peligro que eso conlleva para sus vidas. No hay palabras.
En Sierra Leona, además, el aborto está totalmente prohibido, y aunque hay un movimiento feminista que lucha por su legalización -que en 2015 estuvo cerca de conseguir la aprobación de una Ley para el Aborto Seguro- de momento la situación no ha cambiado. Dicha ley fue aprobada en el parlamento pero luego fue bloqueada por el presidente del Gobierno, Julius Maada Bio.
Un estudio apunta que en 2011 murieron en hospitales públicos unas 60 mujeres de las que llegaron con complicaciones derivadas de abortos inseguros, clandestinos lógicamente, pero la cifra real de muertes por fuerza es superior, ya que habrá muchos casos que no lleguen a los hospitales.
La gran extensión de los hogares monomarentales guarda vínculos con los embarazos adolescentes, aunque sea una cuestión muchísimo más amplia y con muchas más causas, claro. Un 23% de las criaturas viven en hogares monomarentales, frente al 6% que viven solo con el padre. La situación de pobreza y exclusión y el abandono institucional que sufren estas madres es horrible. Algunas ONGs han puesto en marcha programas para ayudarlas, por ejemplo creando comunas de madres solteras o viudas a las que se les facilita lo necesario para cultivar la tierra y subsistir. Pero esto son solo parches a un país cuyo gobierno no solventa el problema.
Sierra Leona tiene además la lacra de la mutilación genital femenina muy extendida. Más del 90% de las mujeres han sido mutiladas. Es el país, junto con Guinea y con Somalia, donde esta práctica está más extendida, en el mundo. Apenas se salvan las mujeres criollas, descendientes de esos esclavos liberados por los ingleses que mencionábamos. En Sierra Leona, la mutilación está muy ligada a los ritos de iniciación de una sociedad femenina llamada “Sociedad Sande”, y tiene mucho apoyo entre las propias mujeres del país. ¿Por qué? Pues por el peso de la tradición y por la pervivencia de creencias mágico-religiosas que sostienen que no practicarla trae mala suerte, que dificulta que una mujer se quede embarazada o que la hace indigna para casarse.
Sabiendo esto, no sorprende que las mujeres sufran discriminación laboral, educativa y también en cuanto a la visibilidad y participación en puestos de responsabilidad. Os damos algunos datos. Solo el 35% de las mujeres saben leer y escribir, frente al 52% de los varones, y apenas el 1.1% de ellas van a la universidad frente al 2.8% de los hombres. Los matrimonios forzados influyen en el abandono prematuro de la escuela de muchas adolescentes.
Dos terceras partes de los puestos de técnicos, profesionales cualificados, legisladores y altos funcionarios están ocupados por hombres, y en política las mujeres tienen también una escasa representación. Apenas son el 12% en el parlamento sierraleonés y alrededor del 14% en el gobierno. En 2012, un grupo de feministas intentó sacar adelante una ley de cuotas que obligase a los partidos a llevar en sus candidaturas a un 30% de mujeres, pero no salió adelante.
Y ya para terminar, tres cuestiones más.
REFERENCIAS