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Perú es un país de 33 millones de habitantes, de los que un tercio viven en la capital, Lima. El país lleva mucho tiempo mejorando sus indicadores económicos, tiene un Índice de Desarrollo Humano alto (no “muy alto”, como es el caso de España y otras seis decenas de países), porque arrastra todavía tasas de pobreza importantes y algunos indicadores son mejorables, como por ejemplo la mortalidad infantil que todavía es algo elevada.
Hay tres puntos que nos parecen relevantes a la hora de contextualizar la situación de niñas y mujeres peruanas:
Lo triste es que el fujimorismo, la corriente política inaugurada por este señor, lejos de desaparecer del mapa sigue teniendo una enorme fuerza en Perú. Hasta el punto de que su hija, Keiko Fujimori, que es la sucesora, digamos, ha estado a punto de ganar las tres últimas elecciones presidenciales. El año pasado sacó el 49.9% del voto en segunda vuelta por el 50.1% del que es ahora el presidente, José Pedro Castillo.
Los últimos años, además, han sido políticamente muy convulsos en Perú. Llevan en una crisis política prácticamente permanente desde que en 2017 chocaron los fujimoristas que tenían mayoría en el Congreso y el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, que era de derechas también, pero vaya. Desde entonces ha habido de todo, la verdad. Kuczynski dimitió en 2018 por unos escándalos de corrupción, una crisis constitucional en 2020 hizo que llegara a haber tres presidentes en sólo ocho días… En fin. Ahora parece que la cosa está algo más calmada, y además los fujimoristas ya no tienen la mayoría en el Congreso.
Sobre la situación de las mujeres, voy a empezar hablando de la historia de terror obra del gobierno de Alberto Fujimori en la década de 1990. Un programa nacional para la esterilización forzosa de mujeres indígenas quechuas y aymaras, y de mujeres pobres en general, cuya idea cogió Fujimori al parecer de planes que llevaba ya un tiempo elaborando el Ejército peruano. Se estima que fueron esterilizadas 270.000 mujeres entre 1996 y 2001, la mayoría de la zona rural, indígenas y pobres. También se esterilizó a algo más de 20.000 hombres, igualmente de extracción pobre. Porque la idea era acabar con estos sectores de población o reducir mucho su peso demográfico. En vez de reparto de riquezas, pues eso otro.
De todas esas mujeres esterilizadas, más de mil habrían quedado con lesiones graves por las operaciones que se les hicieron, y unas cuantas, quizá hasta 40 -circulan varias cifras-, llegaron a fallecer a causa de estos procedimientos. Y lo que da mucho miedo también es que este programa de esterilizaciones tuvo apoyo económico tanto de los Estados Unidos como del Fondo de Población de la ONU.
Unas dos mil mujeres han denunciado al gobierno de aquellos años, al gobierno de Fujimori, por haber sido chantajeadas, engañadas o directamente forzadas para esterilizarlas y llevan más de veinte años con investigaciones que se abren y se cierran y sin que Fujimori sea juzgado por estos crímenes. Justo hace un mes arrancó un gran proceso judicial por este tema, por fin, y veremos si al final se acaba condenando a Fujimori o qué cojones pasa.
Otra lacra en Perú es la violencia machista.
En 2005, la OMS publicó un estudio multipaís sobre violencia contra la mujer en el que se afirmaba que el 69% de las mujeres del medio rural y el 51% de las mujeres del medio urbano de Perú habían sufrido violencia física o sexual a manos de sus parejas en algún momento de su vida. Es decir, que si queda confirmado que 7 de cada 10 mujeres del medio rural sufrieron violencia física / sexual… quiere decir que son más… Las denuncias sabemos que son solo la punta del iceberg. Además, el 55% de las mujeres maltratadas reconocían haber sufrido lesiones por ese maltrato, el porcentaje más alto de todos los países que aparecían en el estudio.
Hay otros datos más recientes que son incluso peores:
Claro, para sorpresa de nadie, los feminicidios están disparados. En 2020 hubo 173 feminicidios según datos del Instituto Nacional de Estadística, y en 2021 al menos 146. En un país de 33 millones de habitantes, recordemos. Añadamos a esta cifra que entre 2020 y 2021 se reportó la desaparición de más de 11.000 mujeres y niñas en Perú. Unas 16 al día, según datos de la Defensoría del Pueblo peruana.
Por otra parte, un estudio de 2015 apunta que el 81% de las mujeres que sufrieron un intento de asesinato no fueron protegidas posteriormente, y que un 24% de las que recurrieron a la justicia buscando protección contra su agresor acabaron siendo asesinadas por ese agresor. Esto nos habla en definitiva de un sistema absolutamente feminicida. De hecho, entre 2012 y 2015 solo hubo 84 sentencias criminales contra feminicidas. En esos cuatro años, se han producido más de 100 feminicidios anuales.
Hay una Ley de Violencia Doméstica desde 1993, que ha sido ampliada varias veces, pero su aplicación es objetivamente insuficiente: Falta conciencia, faltan medios, faltan refugios y apoyos para las víctimas, falta formación de profesionales, y encima parece que no es barato sacar adelante los procesos judiciales para las víctimas, en un país donde hay bastante gente con pocos recursos.
En 2016 funciona una organización feminista, Ni Una Menos, que lucha por concienciar y mejorar esta situación. Esta organización ha estado detrás por ejemplo de las protestas que estallaron en 2021 tras la aparición en un pozo de los cuerpos de Judith, de 20 años y Noemí, de 14, asesinadas por una mafia policial que se dedicaba a traficar con adolescentes. La trata es un problema grave en Perú, donde por cierto, la prostitución es legal.
Otro asunto también tremendo desde luego es el de la violencia sexual, que ni siquiera se persigue como es debido. En Perú hasta el año 1999 había una ley que eximía de responsabilidades penales a los violadores si se casaban con su víctima. Varios países latinoamericanos han derogado leyes de este tipo hace no tanto tiempo. Las cosas han cambiado algo, afortunadamente, y desde 2007 en el país se criminaliza también explícitamente la violación marital, por ejemplo, antes no. Además de que, por citar algo positivo también, Perú ha sido un país bastante pionero en la legislación contra el acoso callejero. Pero todavía no se persiguen como es debido las violaciones, como digo.
Y precisamente ahora, en estos días, está habiendo en Perú mucho debate social sobre si endurecer o no las penas para los violadores, a raíz de un caso tremendo de secuestro y violación de una niña de solo 3 añitos. Infame, es que es inimaginable.
Según datos del Ministerio de la Mujer de Perú, 15 menores denuncian una violación cada día en el país. Ni imaginamos la cifra real, como en cualquier país. Y también queda por investigar seriamente otro tema terrible que es el de las violaciones masivas cometidas durante el conflicto de los años ochenta y noventa, en gran medida por los propios militares peruanos que las utilizaron como arma de guerra.
La desigualdad en Perú se manifiesta de forma muy fuerte en todos los ámbitos que una quiera valorar:
Además está el tema del aborto: un tercio de los embarazos acaban en aborto en un país donde abortar está prohibido y penado con hasta dos años de cárcel, salvo en caso de riesgo para la salud de la embarazada.
Es verdad que en la práctica no hay mujeres encarceladas por abortar, pero el tener que buscarse la vida para abortar de forma clandestina e insegura puede entrañar riesgos de salud muy graves, entre otras cosas, como ya sabemos.
En 2013, por ejemplo, se citan unas 28.000 hospitalizaciones de mujeres por complicaciones en procesos de aborto, y se estima que cada año mueren 58 mujeres por abortos inducidos. Además, Perú es un país en el que, de nuevo sobre todo en algunas zonas rurales, es difícil acceder a anticonceptivos. Lo cual también es fuente de embarazos no deseados, claro.
También encontramos una brecha importante de representación política, aunque se está avanzando bastante. Entre 1995 y 2000 las mujeres eran solo el 12% en el parlamento peruano, y en la legislatura actual hay ya un 36%.
Y por último, la brecha económica: El mercado de trabajo peruano está muy segmentado por sexos, los hombres ocupan por ejemplo el 70% de los puestos de legisladores, directivos y altos funcionarios, y hay una brecha salarial del 28%. Sí, las peruanas cobran un 28% menos que los peruanos.
Por otra parte, la homosexualidad está despenalizada desde 1924, una fecha muy temprana, pero a día de hoy siguen sin reconocerse legalmente las parejas del mismo sexo.
En consecuencia, tampoco pueden intentar adoptar de forma conjunta, por ejemplo. Además, según las encuestas hay una amplia mayoría social que rechaza la legalización de las uniones homosexuales. Perú es una sociedad muy católica y muy conservadora, en general. Por otra parte, la transexualidad fue despatologizada por el Tribunal Constitucional, permitiéndose el cambio legal de sexo en el DNI, en 2016.
Sobre la diferencia sustancial entre despatologizar y desestigmatizar las patologías, os remitimos al especial que hicimos sobre las leyes trans, que os dejaremos en la web por si queréis echarle un ojo.
Por lo que respecta a las madres de familias monomarentales, sabemos que existe un programa de acción nacional que apoya a familias en situaciones de pobreza extrema, y un 20% de las familias que reciben ayuda, unas 32.000, son estas familias. Lo que pasa es que hay más de 600.000 hogares monomarentales en Perú, así que no parece que las ayudas sean suficientes, y de hecho las entrevistas con estas madres que hemos leído en la prensa peruana vuelcan una situación bastante cruda.
Las mujeres con alguna discapacidad lo tienen más difícil si cabe. Tienen muchos problemas para ser incluidas en el mercado laboral y también problemas graves con el tema de la movilidad. Hasta el punto de que se estima que solo 2 de cada diez mujeres con una discapacidad en Perú tienen un trabajo formal y, sobre todo en grandes ciudades como Lima, muchas de ellas se tienen que dejar una parte importante del salario en taxis para poder llegar al trabajo, cuando no acaban teniendo que renunciar al trabajo por la imposibilidad al final de desplazarse.
Habría muchas más cosas que decir, claro, como siempre. Sobre todo habría podido ser interesante hablar de que en algunos grupos indígenas más aislados aún se practican ritos de mutilación genital femenina, por ejemplo. O la poligamia, también. O profundizar en los matrimonios infantiles, que siguen existiendo en Perú, porque pese a ser oficialmente ilegal casarse antes de los 18, un 3% de las mujeres de Perú lo hacen antes de tener 15 años.
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