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Situación de las mujeres en Ruanda

*Situación de las mujeres en Ruanda aparece en el podcast:

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Hoy comenzamos saltando nuevamente de continente para irnos hasta el África subsahariana. Hasta Ruanda, concretamente. Un país con una historia reciente trágica pero donde se están produciendo algunos avances en materia de igualdad en los últimos años. Vamos a intentar darle un repaso juntas, y eso sí, os pido perdón de antemano por algunas simplificaciones pero tenemos un tiempo limitado. Es inevitable. Por eso os dejaré enlazado en radiojaputa.com más información útil para conocer más a fondo la realidad de este país.

Durante la primera mitad del siglo XX, los reinos vecinos de Ruanda y de Burundi, muy relacionados entre sí, estuvieron supeditados al poder colonial: alemán, primero, y belga, después. En el territorio habitaban y habitan varios grupos étnicos, destacando los “hutus”, mayoritarios, y los “tutsis”, menos numerosos pero que conformaban la élite socioeconómica y política ruandesa, estando los hutus en una situación de subordinación de tipo clientelar. 

Finalmente, en 1961 un referéndum acabó con la Monarquía ruandesa,  un año después tanto Burundi como Ruanda consiguieron la independencia, y se instaló un régimen dominado por los hutus cada vez más autoritario. En el 73, el general Habyarimana dio un golpe de estado y se hizo con el control del país. Desde esta independencia, la represión y la exclusión de los tutsis han sido una constante.

En 1990 se produjo la invasión de Ruanda por parte del Frente Patriótico Ruandés, un movimiento político-militar que tenía su origen en los grupos de exiliados tutsis que habían huido de Ruanda. Se inició así una guerra civil entre este grupo y el gobierno hutu de Ruanda, que tuvo un punto de inflexión en 1993 con el aseinato de Habyarimana y del presidente de Burundi mientras preparaban acuerdos de paz.

Se produjeron matanzas indiscriminadas de tutsis promovidas desde el propio gobierno hutu. Durante 100 días, a mediados de 1994, fueron asesinadas unas 600.000 personas -hay quien eleva la cifra hasta el millón-, en su inmensa mayoría hombres tutsis. En pocos años, la población pasó de tener más de 7 millones de habitantes a menos de 6.

Durante este genocidio, los hutus extremistas recurrieron a la violación sistemática de mujeres: se habla de hasta medio millón de mujeres violadas, muchas de ellas asesinadas después. Estas violaciones fueron incentivadas desde el gobierno en general, pero muy particularmente desde el ministerio ojo de Bienestar Familiar y Promoción de la Mujer, con una mujer al frente, Pauline Nyiramasuhuko. Estas violaciones masivas a ruandesas provocó secuelas profundisimas con las que la Ruanda actual trata de lidiar a través de diferentes programas de apoyo.  

El genocidio terminó con una ofensiva del Frente Patriótico Ruandés que derrocó al gobierno hutu y se hizo con el control de Ruanda, poder que mantiene a día de hoy con Paul Kagame como líder.

Este gobierno, además de promocionar la investigación y depuración de responsabilidades del genocidio, trató de poner en marcha un proceso de reconciliación y reconstrucción nacional en el que poco a poco se fue dando un mayor papel a las mujeres.

Tradicionalmente, las mujeres en Ruanda habían estado muy oprimidas, pero las guerras y el genocidio causaron tantas bajas mortales entre los hombres, que forzó a la sociedad a necesitar a las ruandesas para ocupar espacios que hasta entonces les estaban incluso prohibidos.  

Fue la ausencia de hombres lo que impulsó una situación más igualitaria para las mujeres, aprobándose leyes muy importantes como la que en 1999 permitió a las mujeres heredar de padres o de maridos y poseer tierras. En 2003 una nueva Constitución que promovía la igualdad entre sexos, no solo de forma genérica sino también garantizando, por ejemplo, que ocupasen al menos un 30% de los cargos en todos los órganos de decisión del país.

Ruanda se implicó seriamente en garantizar y promover el acceso igualitario de las mujeres a la educación y a la sanidad, y los esfuerzos han dado sus frutos. En el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial que hemos mencionado en otros programas, Ruanda aparece ahora mismo en el noveno lugar, justo por detrás de España, pero en 2017 se encontraba en el 4º, por encima de incluso Canadá. Esto se debe en parte a que se está cerrando la brecha de género en los ámbitos sanitario y educativo, y también a nivel económico y laboral. Pero sobre todo, el aspecto que más explica esa posición tan alta de Ruanda es el alto porcentaje de mujeres con responsabilidades políticas: son más de la mitad tanto en el parlamento como al frente de los ministerios. 

Esa realidad es la que a veces trasciende a los medios occidentales para hablar del milagro igualitario ruandés, pero en realidad habría que matizarlo mucho. No vamos a negar los avances que se han hecho, pero la situación sigue sin ser precisamente ideal:

EN PRIMER LUGAR, en Ruanda no hay una democracia representativa. Es verdad que hay muchas mujeres diputadas y ministras, pero el poder de verdad lo tiene Kagame, no hay libertad de expresión y se reprime la disidencia política. Y eso también afecta a muchísimas mujeres, claro está.

EN SEGUNDO LUGAR, una cosa son los cambios legislativos y en la vida pública y otra los cambios culturales, que van mucho más lentos como sabemos. La cultura ruandesa sigue siendo muy misógina y la discriminación en el ámbito privado es habitual. La violencia contra las mujeres, por ejemplo, está muy extendida: una investigación del propio gobierno ruandés en 2010 mostraba que sólo en los 12 meses previos a la encuesta, el 33% de las entrevistadas habían sufrido abusos físicos recurrentes y un 13% abusos sexuales por parte de parejas o ex parejas. Desde 2008 se crea pues una ley para combatir dicha violencia, pero todavía están muy extendidos el silencio y la incomprensión social hacia las víctimas. Para ponernos en contexto, hasta esa ley de 2008 no se consideraba por ejemplo delito una violación dentro del matrimonio. El avance ha sido mucho y muy rápido, gracias por supuesto en parte a la entrada masiva de las mujeres en política, pero aún queda mucho camino por recorrer y mucha violencia y discriminación por eliminar.

Por ejemplo, hace unos años una investigación de Justine Uvuza mostraba cómo incluso las propias líderes políticas ruandesas se enfrentaban en sus casas a una situación de sumisión a sus maridos. En Ruanda no hay realmente un movimiento feminista. El feminismo se ve como un mal occidental y aunque hay esa voluntad de igualdad en el plano público, a la vez subsiste la idea de que en privado una buena ruandesa debe ser sumisa y dócil.

Y por último, en TERCER LUGAR, hay que tener en cuenta que ni siquiera estrictamente a nivel legal se puede hablar de un reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres. Hace unos meses fue noticia, no sé si alguna lo recordará, que el régimen ruandés indultó a 50 mujeres encarceladas por abortar. Algunas de ellas estaban condenadas a cadena perpetua. Y realmente no se sabe la cifra exacta de las que siguen en las cárceles por este motivo. 

El aborto sigue siendo muy perseguido, y eso que desde hace unos años al menos se permite abortar en casos de violación o de riesgo para la salud de la madre. Antes de 2012, ni eso. En 2012 una ley lo permitió pero con el aval de dos médicos y supervisión judicial, lo que lo hacía casi imposible para las mujeres de clase baja, y desde 2018 ya se puede hacer “solo” con el aval de un médico. 

La historia de Ruanda no es tan sencilla como algunos medios hacen ver.

Ilustraciones > Canina Walls

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