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Esta semana recorremos Turquía, el país que habéis elegido en la encuesta de Instagram. Un país que ha sufrido junto a Siria un terremoto muy mortífero, como sabéis, un seísmo de intensidad extrema que ha quitado más de 55.000 vidas, 47.000 de ellas en Turquía. Aún no pueden analizarse las consecuencias a nivel sociológico, no hay suficiente perspectiva, pero al menos mencionar que ha ocurrido, abrazar a todas las que hayáis podido perder a un ser querido y desear de corazón que la recuperación sea lo menos dolorosa posible.
Comenzamos con el recorrido de Turquía para conocer la situación de las mujeres que viven en él. Turquía siempre ha sido un país muy interesante que además queda dentro de nuestro espacio geopolítico: está dentro de la OTAN, parte del país está en el continente europeo y durante quince años ha estado negociándose su posible incorporación a la UE (proceso que se paralizó en 2019). Tiene una superficie equivalente a la de España e Italia juntas y 85 millones de habitantes, de los que al menos el 90% tienen el Islam como religión. El país surgió tras la Primera Guerra Mundial, cuando desapareció el Imperio Otomano. Y la creación del nuevo estado turco está ligada a un personaje en concreto: un militar llamado Mustafá Kemal Atatürk.
Atatürk concibió Turquía como una república laica y quiso construir un país moderno que mirase hacia Occidente. Eso hizo que Turquía, donde además había movimientos feministas importantes ya desde finales del siglo XIX, se convirtiese en una referencia en lo que respecta a la situación de las mujeres dentro del mundo musulmán. En la década de 1930 se prohibió la poligamia (que solo podían practicar hombres, claro), en 1934 las mujeres consiguieron el derecho al voto (ojo, antes que en países como Italia o Francia), en 1983 se legalizó el aborto libre hasta la décima semana de embarazo y, con algún matiz, en general se puede decir que las mujeres disfrutan hoy de una situación de igualdad legal. Se pueden divorciar, tienen los mismos derechos a la hora de acceder a la propiedad o de heredar, etc.
Sin embargo, frente a esa situación legal, propia de un Estado moderno y laico, está la situación real de las mujeres. Y en esa situación real influyen los valores de una sociedad todavía muy patriarcal y muy tradicional, además del peso de la religión. Turquía siempre ha vivido en una tensión permanente entre ese proyecto de modernización y secularización, y el peso de las estructuras tradicionales y del Islam. Y el Ejército turco ha sido normalmente un poco el garante de que se mantuviese ese proyecto de un Estado occidental y moderno. Cuando desde el Ejército se han percibido riesgos de que el sistema se desestabilizase, o cuando algún gobierno ha intentado llevar a Turquía por una senda más islamista, el Ejército ha intervenido, incluso se han dado golpes de Estado en varias ocasiones para cambiar esa situación.
Pero esto ha cambiado mucho desde 2002, año en que ganó las elecciones por primera vez el Partido de la Justicia y el Desarrollo, el cual no ha abandonado el poder desde entonces. Es el partido de Tayyip Erdogan, vaya. Este partido tiene una ideología islamista moderada podríamos decir -aunque ellos muchas veces lo niegan-, y han ido promoviendo, poco a poco pero de forma muy evidente, una reislamización de la sociedad. Además de ir convirtiendo Turquía en un país cada vez más y más autoritario. El Ejército también ha intentado acabar con el régimen de Erdogan, pero por primera vez en la historia de Turquía, no ha tenido éxito: ha habido varias conspiraciones y un intento de golpe de Estado militar, en 2016, pero han fracasado.
Para que os hagáis una idea, Erdogan es un personaje que ha llegado a decir que las mujeres no son iguales que los hombres, o que una mujer que rechaza ser madre es una mujer incompleta, porque la función básica de una mujer es ser madre. Bueno, esto último lo dijo Gallardón hace no demasiado, pero a él nos lo comimos con papas. A Erdogan no hay quien le hinque el diente. Hasta el momento, su partido no ha introducido o, mejor dicho, no ha podido introducir, ningún cambio legal importante en la situación de las mujeres en Turquía. Aunque lo ha intentado, desde luego. Por ejemplo, en 2012 hablaron de prohibir los abortos e incluso los nacimientos por cesárea; y en 2016 trataron de sacar adelante una ley para que los violadores que ofrecieran casarse con sus víctimas quedasen sin castigo. Hasta ahora no han podido sacar adelante estos proyectos, en parte gracias a la movilización del feminismo turco.
En Turquía, como os decía antes, hubo un feminismo incipiente ya desde finales del siglo XIX, y luego sobre todo a partir de la década de 1980 entró con fuerza un movimiento feminista que se ha hecho hueco también en las instituciones, en universidades, etcétera. No es que sean muchas las feministas turcas, pero están bien organizadas. A pesar de que sufren muchas presiones desde los sectores más religiosos de la sociedad. En estas fechas, podemos recordar por ejemplo la turba que asaltó una universidad de Estambul en 2017 para boicotear los actos por el Día Internacional de la Mujer. El caso es que ese feminismo turco ha tenido siempre un rol importante en todas las movilizaciones contra Erdogan. Motivo por el cual el régimen las ha puesto en su punto de mira, claro.
Más allá de lo legal, las políticas de Erdogan para reislamizar la sociedad y promocionar una imagen tradicional de la mujer, están afectando a la capacidad que tienen las turcas para ejercer sus derechos. Esa es la clave para entender la situación de las mujeres en Turquía: el hecho de que al final las realidades sociales bloquean a menudo el acceso a derechos como el aborto libre o el divorcio. En 2016, por poneros ejemplo, hubo unos 40.000 abortos en Turquía, menos de la mitad de los que hay en España, cuando tienen el doble de habitantes. Hay hospitales que tienen protocolos internos para obstaculizar el aborto libre, como informar a los padres de las menores o incluso no practicar abortos a mujeres solteras… Y además de esa brecha entre lo legal y lo real, hay que decir que existe una fractura entre la situación en el ámbito urbano y en el rural, y entre la situación en la parte occidental del país, la más europea, y las zonas central y oriental. Por decirlo fácil: las cosas se complican para las mujeres según nos vamos a zonas más rurales (esto lo vemos en muchos países) y según nos alejamos de la parte más occidental del país.
Entre los 146 países analizados en el último Índice Global de la Brecha de Género, Turquía está en la posición 124. Y la desigualdad es evidente a todos los niveles. En el ámbito ECONÓMICO, la participación de las mujeres en el mercado laboral es muy baja: solo 1/3 de las mujeres de entre 15 y 64 años trabajan. Es de lejos el peor dato de un país de la OCDE, de hecho, la media de la OCDE está por encima del 60%. Las encuestas muestran que entre una cuarta y una quinta parte de las mujeres no trabajan porque así lo dispone su marido, pero también que esa idea de no trabajar y de recluirse en el ámbito privado tiene mucha aceptación entre las propias mujeres de Turquía, es decir, que las estructuras patriarcales están muy interiorizadas también entre las mujeres. Además, cerca de otro tercio, sí hacen algún tipo de trabajo pero en el sector informal (venta ambulante, por ejemplo), sin estar registradas y sin ningún tipo de cobertura social.
Alrededor de la mitad de las mujeres turcas de entre 15 y 19 años, ni estudian ni trabajan. Y hay zonas donde el porcentaje de mujeres que cursan estudios de Secundaria está incluso por debajo del 25%. Y ya os digo que esto guarda relación con ese rol tradicional que se reserva a las mujeres, y con la extensión de los matrimonios infantiles: aunque la edad legal para casarse está en 18 años, una cuarta parte de las mujeres se casan antes de esa edad, y hay zonas donde ese porcentaje se acerca al 50%.
En el plano EDUCATIVO también hay disparidades importantes. El analfabetismo femenino, aunque ya muy reducido, es todavía un 2% mayor que el masculino. Aun así, en la escuela primaria la situación se acerca a la paridad. En la educación secundaria y en la universitaria, sin embargo, la brecha entre hombres y mujeres es mayor. Hay que decir que el abandono escolar tras la escuela primaria es alto en Turquía en general, para ambos sexos. Pero claro, en el caso de los hombres, se deja la escuela para trabajar. En el de las mujeres, suele dejarse para casarse.
En POLÍTICA, de primeras igual hay datos que nos harían pensar de forma optimista. Las mujeres pueden votar desde la década de 1930, ya desde entonces hay diputadas en el parlamento, ha habido incluso una primera ministra (Tansu Çiller, entre 1993 y 1996), varias alcaldesas en ciudades importantes ya desde los años 50… Pero en realidad, hay poco margen para el optimismo. Las mujeres están muy infrarrepresentadas: actualmente son solo el 17% en el parlamento turco y alrededor del 12% en el gobierno. Y además, la mayoría de esas mujeres son del partido de Erdogan, que no es que abogue precisamente por la emancipación femenina.
Con esos mimbres, no es de extrañar que la VIOLENCIA MACHISTA tenga en Turquía unas dimensiones tan tremendas. Diferentes estimaciones hablan de que en torno al 40% de las mujeres han sufrido maltrato físico a lo largo de su vida. Hay protocolos contra la violencia machista y una red estatal y municipal de refugios para las víctimas, por ejemplo, pero la inmensa mayoría de las mujeres no llegan ni siquiera a buscar la ayuda del Estado. En esto influyen, claro, la sociedad y también las posturas y los mensajes que manda el propio gobierno de Erdogan. Por cierto: Turquía, que había sido el primer país en ratificar el Convenio de Estambul, decidió retirarse del mismo en 2021 alegando que cumplirlo afecta negativamente a la familia tradicional.
No hay datos oficiales de feminicidios, pero distintos estudios independientes vienen dando cifras de unos 300-400 anuales. De ellos, por lo menos 100 son “asesinatos por honor”, mujeres que son asesinadas por sus familiares por haber cometido adulterio, por ejemplo. Ha habido algún caso concreto que ha trascendido a los medios occidentales, como el asesinato “por honor” de una adolescente, en 2009, que se había quedado embarazada por una violación. Varios miembros de su familia fueron procesados y condenados a cadena perpetua.
Los asesinatos por honor están bastante extendidos, particularmente, entre la comunidad kurda. En Turquía viven más de 15 millones de personas de etnia kurda, concentradas en el sureste del país, y os sonará que hay movimientos separatistas kurdos que mantienen una guerra de guerrillas contra el gobierno turco desde hace décadas. La situación de las mujeres kurdas es muy complicada, porque sufren represión por parte de los turcos, y al mismo tiempo la sociedad kurda es súper patriarcal… Pero también a veces en el marco de los movimientos independentistas kurdos, las mujeres han alcanzado mucho protagonismo y una vía de emancipación. Como el tema de los kurdos da para mucho, os propongo meterlos en las encuestas y, si queréis, pues les dedicamos una intro. No tienen un país como tal, pero al fin y al cabo son el pueblo sin Estado más grande del mundo: hay más de 40 millones de kurdos.
Ha habido varios feminicidios muy mediáticos, pero yo solo me voy a referir a uno, por las consecuencias que tuvo. El asesinato en 2015 de la universitaria Özgecan Aslan. Esta chica se subió a un minibús para volver a su casa, el conductor intentó violarla y como se resistió, la apuñaló. Este crimen desató una gran movilización feminista, y entre otras cuestiones se puso en marcha un proyecto para aprobar una ley que evitase que a violadores, maltratadores y feminicidas se les redujesen penas sobre la base de una supuesta “provocación” por parte de la víctima. Sin embargo, esa ley no ha salido adelante todavía, y las feministas turcas denuncian que todavía hay jueces que rebajan penas alegando la existencia de dicha “provocación”. Un verdadero horror.
Un capítulo particular en lo que respecta a la violencia contra las mujeres, que es además uno de los campos de batalla fundamentales entre los defensores de un Estado secular y los sectores islamistas, es el de la vestimenta. El tema del velo, en particular. Cuando se puso en marcha la Turquía moderna, Kemal incentivó que las mujeres dejasen de llevar el velo, aunque no lo prohibió. En los años 80 y 90 sí se llegó a prohibir el uso del velo a las empleadas del Estado y en los edificios públicos, pero Erdogan ha vuelto a permitirlo. Poco a poco. Lo último que se ha legalizado es el uso del velo dentro del Ejército. Actualmente, ya algo más de la mitad de las turcas usan el velo, y las presiones sobre las que no lo usan han aumentado. Además, el goteo de agresiones machistas a mujeres que visten de una forma más occidental es incesante. Mujeres que son golpeadas por su vestimenta, por llevar pantalones cortos, etc. A veces con la policía involucrada o mirando para otro lado, por cierto. Son varias las encuestas que reflejan que los policías turcos son particularmente retrógrados y machistas (que para eso no necesitamos nosotras ninguna encuesta, pero bueno, mira, las hay).
Ya para ir terminando, os hago unos breves comentarios sobre cuatro temas más. Como en todas las sociedades que vamos analizando, hay mujeres que sufren una doble o una triple discriminación. En Turquía, esa doble discriminación puede venir de la etnia, por ejemplo para las kurdas, pero también del hecho de ser madres solteras, o mujeres con discapacidad. En Turquía, alrededor del 10% de los hogares con hijos tienen un único progenitor, y un 78% de ellos son monomarentales. Las madres solteras tienen una situación económica particularmente precaria, y encima sufren mucho estigma social, lo que hace que a veces ni siquiera tengan apoyo familiar. Por otra parte, de los 5 millones de personas con discapacidad que hay un Turquía, un 57% son mujeres, y su situación es de nuevo particularmente mala: un estudio de la Asociación de Mujeres con Discapacidad de Turquía ha apuntado que tienen trabajo 1 de cada tres varones con discapacidad, pero solo una de cada 8 mujeres.
Por lo que se refiere a la comunidad LGTB, aunque se suele considerar que la situación turca es buena dentro de los países musulmanes, realmente más allá de que la homosexualidad es legal, no tienen ningún tipo de protección o de derecho. La sociedad es muy homófoba, no hay leyes contra la discriminación, ni se permiten las uniones homosexuales (tampoco civiles), ni nada de nada. Los mismos desfiles del orgullo, que hace unos años eran importantes (sobre todo el de Estambul), se han ido prohibiendo.
Y ya por último: la prostitución. En Turquía la prostitución es legal y está regulada… En teoría. Y digo en teoría, porque en la práctica las prostitutas que están registradas y que trabajan en burdeles legales son apenas un 2% de las 150.000 mujeres prostituidas que se calcula que hay en el país, que es un destino de turismo sexual importante. Y detrás de la prostitución, como en todas partes, está el crimen organizado, la trata, etc.
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