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Vamos a hablar de las mujeres en la Unión Soviética desde la Revolución de 1917, aunque la URSS como tal no se fundó hasta 1922. Es un tema en el que, como en todo lo que rodea a la URSS, hay mucha dualidad en las interpretaciones. Por la ideología, básicamente. Lo que está claro es que la Unión Soviética existió durante 70 años y atravesó por etapas muy diferentes, también en lo que se refiere a la situación de las mujeres, vamos a verlo.
En marzo de 1917 (febrero según el calendario ruso de la época), se produjo en Rusia la revolución que provocó la caída del zar. Esta revolución comenzó precisamente por la movilización de las mujeres obreras de la capital del Imperio, Petrogrado (hoy San Petersburgo), en el Día de la Mujer Trabajadora. Cada vez más gente se les fue sumando, y cuando parte del Ejército apoyó la revolución, cayó el zarismo. Esta no fue la revolución comunista todavía, que a veces la gente se confunde. Lo que salió de la “Revolución de Febrero” fue un gobierno provisional cuyo proyecto, así resumiendo muchísimo, era establecer una república democrática liberal.
En los meses posteriores, las mujeres de la nueva República Rusa consiguieron el derecho al voto y el acceso a determinadas profesiones antes vetadas: al ejercicio del Derecho, por ejemplo, o a puestos en la Administración. Pero esos logros solo satisficieron a las feministas burguesas. A las mujeres obreras les preocupaba el salario y la jornada laboral más que el voto, y las feministas más progresistas querían un cambio más profundo que únicamente el derecho a votar. Y es que en esos momentos prácticamente la mitad de quienes trabajan en la industria de Petrogrado eran mujeres, que habían sustituido a los hombres que se fueron a combatir en la Primera Guerra Mundial. Y esa masa obrera femenina, cansada de las penurias por la guerra, se fue ideologizando y sumando cada vez más a opciones políticas de izquierdas, incluido el Partido Bolchevique, que además era el principal defensor de que Rusia se saliera de la guerra.
En noviembre de 1917 (octubre en el calendario ruso), las y los bolcheviques se levantaron y se hicieron con el poder en Petrogrado. Esa ya sí es la revolución comunista. Y es que en 1917 hubo dos revoluciones en Rusia, la de febrero y la de octubre. Pero, a los bolcheviques, les llevó varios años extender su control a la mayoría del territorio que había tenido el Imperio ruso. Los primeros años tras la revolución fueron de una guerra civil entre el Ejército Rojo, los partidarios del zarismo, movimientos nacionalistas y, cómo no, potencias extranjeras como EEUU y Gran Bretaña, que como sabéis estos dos se apuntan a un bombardeo. Literalmente. Esa situación condicionó las políticas que se pusieron en marcha y explica algunas de las limitaciones que tuvo el proyecto soviético.
Desde que llegaron al poder, los comunistas empezaron a legislar de forma muy avanzada en temas feministas, gracias al impulso de líderes como Aleksandra Kolontái, Inessa Armand o Nadezhda Krúpskaya, aunque también de algunos hombres, como el propio Lenin. Pensaban que era vital educar a las mujeres, liberarlas de las cargas del trabajo doméstico e incorporarlas al mundo laboral en condiciones de igualdad con los varones. Pero era muy difícil de conseguir, porque todo estaba impregnado de una cultura patriarcal especialmente bien arraigada.
En cualquier caso, se pusieron manos a la obra. En 1918 se aprobó un nuevo Código de Familia que estableció que todos los matrimonios fueran civiles y laicos, que los hijos e hijas ilegítimas tuvieran los mismos derechos que las legítimas, garantizó el derecho al divorcio en igualdad de condiciones para ambos cónyuges e incorporó medidas tan avanzadas como que las parejas pudieran elegir el apellido de casados, por ejemplo. En Estados Unidos y otros países, en el presente, ellas siguen perdiendo su apellido en favor del de él. Pierden su identidad y su pasado familiar para fundirse con el del macho.
En 1920 la Rusia comunista se convirtió en el primer país que legalizó el aborto, gratuito y a cargo del sistema público de salud. Este era un tema que moralmente dividía al propio feminismo bolchevique, porque claro, era 1920, amiga… Pero se tomó la medida desde el pragmatismo, para evitar los problemas que provocaban los abortos ilegales. En 1922 también fue también el primer país del mundo en criminalizar la violación marital, algo que en muchos países occidentales, incluido el nuestro, no se ha hecho hasta hace cuatro días. Y hay muchos otros que, aún hoy, sigue sin ser delito.
Un año antes, en 1919, se había creado un departamento especializado en la cuestión femenina, el ZHENOTDEL, impulsado por Kolontái y por Inessa Armand. Este departamento hacía propaganda, formaba a las mujeres y las animaba a unirse al Partido Comunista. También sugería a los dirigentes las reformas necesarias para lograr la igualdad, y a veces también desarrollaba dichas reformas. Por ejemplo, impulsó un sistema de guarderías, lavanderías y comedores colectivos cuyo objetivo era liberar a las mujeres de los cuidados y el trabajo doméstico, socializándolos, para que pudieran incorporarse al mundo laboral.
Esa incorporación de las mujeres al mundo del trabajo fue masiva, alcanzó cotas que en los países capitalistas no se veían ni de lejos. Pero la igualdad real en una sociedad tan patriarcal, fue ya otra cosa. En gran medida, lo que pasó fue que a las mujeres se les duplicó la carga: los hombres seguían sin ser corresponsables en el hogar, por lo que por muchas tareas que se les quitase, al llegar a casa después del trabajo, las mujeres tenían aún carga doméstica. Se le suma que el intento de socializar las tareas domésticas se quedó pequeño en algunos aspectos: la URSS no dejaba de ser un país inmenso, con amplísimas zonas rurales, y resultaba muy complicado extender ese modelo. Aun así, se hicieron más cosas: se aprobó una legislación laboral que garantizó los mismos salarios para trabajos iguales los realizara un hombre o una mujer, también la baja maternal remunerada de ocho semanas… y otras prerrogativas como, por poner un ejemplo, que las lactantes tuvieran una pausa cada tres horas de trabajo. Además de lo que afectaba a ambos sexos, claro, como por ejemplo el derecho a vacaciones pagadas. Las mujeres pasaron de ser económicamente dependientes y sirvientas de los vagos de sus maridos a no tener que depender de ellos.
En el plano educativo el éxito sí fue incontestable. La situación de partida era horrorosa, porque el Imperio zarista era un Estado muy atrasado, donde sin ir más lejos la servidumbre no se había abolido ¡hasta 1861! En 1917, sólo el 13% de las mujeres sabían leer y escribir. Y tras la revolución, vemos que en 1926 esa tasa se había triplicado (37%), en 1939 se llegó ya al 72% y prácticamente al 100% en los años 50, lo que colocaba a la URSS en una posición de liderazgo mundial. El éxito en la integración de las mujeres a la educación secundaria y superior fue también enorme. Una mujer que tuvo mucho que ver con la puesta en marcha del nuevo sistema educativo fue Krúpskaya, que por cierto era la mujer de Lenin, Krúpskaya además fomentó la creación de la red soviética de bibliotecas públicas.
El impulso igualitarista y feminista de los primeros años de la revolución se fue apagando bastante rápido. Se pasó al conformismo, se relegó a muchas líderes comunistas a puestos secundarios y, tras la llegada de Stalin al poder (Lenin murió en 1924), directamente se entró en un periodo de involución. No en todos los aspectos, porque por ejemplo a nivel educativo no, pero sí en muchos. Se volvió a promocionar el rol tradicional de la mujer como esposa y madre, en un intento por incentivar la natalidad, el aborto volvió a prohibirse y se pusieron muchas trabas a la obtención del divorcio. El nuevo Código de Familia soviético, de 1936, era un giro conservador en toda regla. Dentro de esa lógica natalista, fijaos, llegaron a ponerse impuestos especiales para solteros y parejas sin descendencia. Antes, en 1933, se había criminalizado la homosexualidad, lo que en el caso de las lesbianas supuso que algunas fueran enviadas a instituciones mentales, y todavía antes, en 1930, se había disuelto ese Departamento de la Mujer del que os hablé antes. Stalin, el primer comumacho, pero con poder. Bastará una crisis, decía Simone de Beauvoir. Cuidado con las crisis en la natalidad.
Aunque ese giro conservador favoreció la postergación de las mujeres en el mundo laboral a sectores peor pagados, la llegada de la Segunda Guerra Mundial (la tercera guerra devastadora en territorio soviético en 20 años) volvió a empujar a muchas mujeres a puestos de responsabilidad, tomando ellas el control en muchos casos de las granjas colectivas (que este es un tema aparte, la revolución en sí misma). Pues precisamente en este escenario de guerra es donde se aprecia cómo las rusas seguían ocupando cada vez más espacios que en otros países las mujeres no podían ni soñar: no solo hubo muchísimas en labores sanitarias, que también las hubo en otros ejércitos también, sino entre los combatientes. Hace unos programas hablamos de las pilotas de combate, y a ellas les unimos hoy las francotiradoras: hubo casi 2.500, a las que se les atribuye la muerte de 11.000 fascistas. La más famosa fue Lyudmila Pavlichenko, seguro que os suena. En la parte final de la guerra había medio millón de mujeres en el Ejército Rojo. Y eso por no mencionar a las que lucharon como partisanas.
A la muerte de Stalin en 1953 le siguió un periodo bautizado como “desestalinización”, en el que, bajo la dirección de Kruschev, el PCUS condena lo que denomina excesos del periodo anterior. En ese contexto, en 1955 fue restablecido el derecho al aborto y en los años 60 se volvió a facilitar el divorcio. Otras cosas directamente no se cambiaron, y por ejemplo la homosexualidad siguió criminalizada. En general, la política natalista siguió ahí, aunque fuera menos agresiva. También había cosas positivas, claro, por ejemplo los subsidios que recibían las familias pobres y las madres solteras. A finales de los años 80, millón y medio de madres solteras se beneficiaban de ayudas bastante importantes para la época.
El papel de las mujeres en el espacio público siguió siendo relevante en comparación con el que tenían en muchos países capitalistas. Si comparamos por ejemplo el mundo profesional soviético y el norteamericano en los años 70 y 80, cuando ya en Occidente las mujeres estaban asumiendo también más protagonismo, en casi todos los sectores las soviéticas estaban mucho más integradas. En esa época trabajaba el 80% de las mujeres soviéticas de entre 15 y 54 años, y alrededor de otro 8% de esa franja de edad era estudiante. Las soviéticas eran prácticamente la mitad de las empleadas en el sector agrícola y en la industria, algo impensable en cualquier país capitalista. Pero, eso sí, acababan en los puestos más bajos. En eso, la URSS era igual al resto de países. Un ejemplo: a mediados de los años 70, más del 70% del profesorado de secundaria de la URSS eran mujeres, pero más del 70% de los directores de instituto eran hombres. En el ámbito de la política se ve también clarísimo. Tras la revolución de octubre, hubo mujeres que tuvieron mucho protagonismo: Kolontái fue la primera mujer en el mundo en ser ministra, en 1917 (Comisaria del Pueblo de Seguridad Social), Elena Stasova llegó a ser secretaria del Comité Central del Partido Bolchevique entre 1917 y 1920… Pero no podemos decir que hubiera paridad, hay cosas que tampoco tiene sentido esperarlas, seguimos hablando de hace un siglo. Tras la muerte de Stalin volvió a haber otra secretaria del Comité Central del Partido, Yekaterina Furtseva, que luego fue Ministra de Cultura entre 1960 y 1974. Y también podemos citar a Mariya Kovrigina, Ministra de Sanidad entre 1953 y 1959, que fue quien volvió a legalizar el aborto cuando Stalin entrego la cuchara.
Y no podíamos dejar de mencionar a las cosmonautas soviéticas. En 1963, mientras en países como Suiza, sus mujeres no podían votar, en la URSS, Valentina Tereshkova se convertía en la primera mujer en viajar al espacio. Durante los tres días que duró su misión, Tereshkova recopiló los resultados de varias pruebas que se hizo a sí misma, para documentar cómo reaccionaba el cuerpo de las mujeres a los viajes por el espacio. Y otra comparación más: EEUU tardó 20 años más en aceptar a la primera mujer para el programa de astronautas: Sally Ride, que hablamos de ella en el Radiojaputa 121. Esta mujer es a la que le dieron una bolsa con 100 tampones para los seis días que iba a estar de misión. 100 tampones, amigas, y ni siquiera le preguntaron si le tocaba la regla. De todas formas, Sally Ride no fue la segunda, ese puesto lo ocupa otra soviética, la cosmonauta Svetlana Savitskaja.
Hemos intentado no caer en el anacronismo ni en el relativismo histórico: ni criticar con dureza a uno por hacer mansplaining en 1925, pa que me entendáis, ni justificar a otro porque cuando quitó el derecho al aborto eran otros tiempos. No, hay cosas que no pueden ser justificadas por más que contextualicemos, y otras que, criticarlas, es descontextualizarlas torticeramente. Esperamos haber conseguido esta objetividad. Si queréis comparar la situación de las mujeres en la URSS con la de la Rusia actual o con la Rusia zarista, podéis escuchar el Radiojaputa 133.
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