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El último programa de la tercera temporada lo dedicamos a una giganta de la vida, una feminista radical, claro, de la segunda ola. La ola definitiva, la que más ha aportado, la que más luz arrojó a nuestras sombras. Hablamos de Susan Brownmiller.
Susan nació en 1935 en Nueva York, en el seno de una familia judía de clase media. De niña, sus padres la mandaban varios días a la semana a estudiar hebreo e historia del pueblo judío a una sinagoga, y esta educación resultó fundamental para explicar su activismo posterior.
Desde el punto de vista religioso, Susan no tardó en decantarse por el ateísmo y en reaccionar frente al profundo machismo que observó en el judaísmo. Pero, al mismo tiempo, la toma de conciencia de la persecución sufrida por los judíos a lo largo de la historia le hizo desarrollar una especial preocupación por las víctimas y la llevó a querer dedicar su vida a combatir el terror, la opresión y la violencia.
Después de estudiar unos años en la Universidad de Cornell, aunque sin llegar a graduarse, a finales de la década de los años 50, Susan empezó a trabajar como periodista, profesión en la que no tardó en hacerse un nombre. Durante los sesenta y principios de los setenta se ganó la vida escribiendo para distintos semanarios y diarios de prestigio, redactando noticias para la televisión e incluso trabajó como reportera de la NBC.
Por entonces ya era una comprometida activista, así que la oposición a la guerra de Vietnam, la defensa de los derechos civiles y sobre todo la lucha por la liberación de las mujeres aparecían en muchos de sus escritos.
En los años sesenta Susan participó activamente en las famosas sentadas contra la segregación racial que recorrieron los EEUU, y se involucró en diferentes grupos feministas como el conocido Mujeres Radicales de Nueva York, del que ya hemos hablado semanas atrás, y por el que pasaron feministas radicales como Robin Morgan, Shulie Firestone o Pam Allen.
Desde estas plataformas fue muy activa en la defensa de la despenalización del aborto o en la lucha contra la prostitución. A finales de los 70 se involucró también en el Instituto de la Mujer para la Libertad de Prensa, una organización que busca incrementar la visibilidad y la presencia mediática de las mujeres, y fundó a su vez el grupo Mujeres Contra la Pornografía, principal referente de la lucha contra el porno y contra la trata en los EEUU hasta la década de los 90.
Buena parte de toda esta experiencia como activista la ha recogido en un libro de 1999 titulado En nuestro tiempo: memorias de una revolución, que no ha sido traducido al español. Ahí dejo otro título también que está sin traducir a nuestro idioma.
El libro más interesante de Susan Brownmiller no es este, de todas formas, sino Contra nuestra voluntad: hombres, mujeres y violación, de 1975, que tuvo un enorme impacto en su momento y ha sido considerado por la Biblioteca Pública de Nueva York como uno de los 100 libros más influyentes del siglo XX. Tanto impacto tuvo, que ese mismo año de 1975, Planeta publicaría ya una edición del libro en español.
En esta obra, Susan teoriza sobre un concepto que hoy las feministas ya tenemos muy asumido: el de la rape culture, la cultura o normalización de la violación. Repasa multitud de aspectos de la violencia sexual contra las mujeres, desde su utilización en las guerras hasta la tendencia a culpabilizar a las víctimas, y concluye que lejos de ser actos aislados cometidos por hombres desviados, las agresiones sexuales forman parte de todo un entramado sociocultural patriarcal cuyo objetivo es intimidar a las mujeres y mantenerlas en un estado de miedo permanente para facilitar su sometimiento. O como decimos ahora, más de andar por casa: Que no son locos, oiga, que son hijos sanos del patriarcado.
El libro levantó mucha polémica en su día. No sólo molestó en sectores conservadores, algo esperable, sino que también levantó ampollas entre la izquierda. Ponía el foco en los hombres en su conjunto como sostén de esa cultura de la violación, y muchos se sintieron atacados por esto. Se generó una dinámica tipo #NotAllMen, que nos suena también bastante a todas.
Lo cierto es que aunque esta obra tiene algunas inexactitudes debido al límite epistemológico de aquel momento, sus presupuestos centrales siguen siendo válidos y en su momento sirvió para cambiar la percepción social sobre la violación, teniendo incluso influencia en el ámbito legal y ayudando a mejorar la protección de las víctimas de delitos sexuales.
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